por Pedro José María Simón Castellví *
La Federación que tengo el honor de presidir acaba de publicar un documento oficial para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la encíclica Humanae vitae ** de Pablo VI, de venerada memoria. Se trata de un texto muy técnico, largo, de cien páginas, con trescientas citas bibliográficas, la mayor parte de revistas médicas especializadas.
El documento ha visto la luz después de muchos meses de investigación y de intenso trabajo de recogida de datos. Es justo acordarse del editor, el doctor suizo Rudolf Ehmann, que ha dedicado a su redacción los mismos meses exactos de un embarazo. Jamás se había hecho algo similar desde el punto de vista médico, dado el modo de trabajar y de escribir al cual estamos acostumbrados nosotros los médicos. Además, el texto original alemán es bello y está bien escrito.
¿Cuáles son sus claves de lectura? ¿Dice algo nuevo a la Iglesia y a la sociedad? Se debe considerar como una prueba pericial cualificada para valorar aspectos importantes de la anticoncepción.
Escrito con todos los requisitos científicos, sin ningún complejo de inferioridad respecto a cualquier debate de obstetricia y ginecología, llega a dos conclusiones que no deberían pasar inobservadas ni a la Iglesia ni a los que están fuera de ella.
En primer lugar, demuestra irrefutablemente que la píldora denominada an-ovulatoria más utilizada en el mundo industrializado, la que cuenta con bajas dosis de hormonas estrógenas y progestógenas, funciona en muchos casos como un verdadero efecto anti-implantatorio, o sea abortivo, puesto que expulsa un pequeño embrión humano. El embrión, incluso en sus primeros días, es algo distinto de un óvulo o de una célula germinal femenina. El embrión tiene un crecimiento continuo, coordinado, gradual, con tal fuerza que, si no hay algo que se lo impida, termina con la salida del seno materno luego de nueve meses y dispuesto a devorar litros de leche. Este efecto anti-implantatorio está admitido por la literatura científica. Se habla incluso sin pudor de tasa de pérdida embrional. Pero curiosamente, esta información no llega al gran público. Los investigadores saben esto y está presente en los prospectos de los productos farmacéuticos destinados a evitar un embarazo.
Otro aspecto interesante se refiere a los efectos ecológicos devastadores de las toneladas de hormonas arrojadas cada año al medio ambiente. Tenemos datos suficientes para afirmar que uno de los motivos para nada despreciables de la infertilidad masculina en Occidente (con siempre menos espermatozoides en el hombre) es el envenenamiento ambiental provocado por productos de la “píldora”. Estamos frente a un claro efecto anti-ecológico que exige ulteriores explicaciones de parte de los fabricantes.
Son conocidos para todos los otros efectos secundarios de las combinaciones entre estrógenos y progestágenos.
La misma Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (Interntional Agency for Research on Cancer), con sede en Lyon, agencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su comunicado de prensa del 29 de julio de 2005, había constatado ya el carácter cancerígeno de los preparados orales combinados con estrógeno-progestágenos y los había clasificado en el grupo uno de los agentes cancerígenos…
Lo triste en todo esto es que, si se trata de regular la fertilidad, estos productos no son necesarios.
Los medios naturales de regulación de la fertilidad (“Nfp” o Natural Family Planning) son igualmente eficaces y además respetan la naturaleza de la persona.
En este sexagésimo aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos se puede decir que los medios anticonceptivos violan al menos cinco derechos importantes: el derecho a la vida, el derecho a la salud, el derecho a la educación, el derecho a la información (su difusión se hace a costa de la información sobre medios naturales) y el derecho a la igualdad entre los sexos (el peso de la anticoncepción recae casi siempre sobre la mujer).
La FIAMC se ha comprometido con la ciencia y la verdad desde sus orígenes. Por eso estudiamos y mencionamos tanto el efecto principal y los efectos secundarios de estos fármacos. Pero la clave de nuestra antropología no consiste sólo en el hecho que examinamos los productos abortivos que tienen efectos secundarios consistentes o que son directamente inútiles. Nosotros vamos más allá.
La sexualidad es un don maravilloso de Dios a los cónyuges. Los une tanto que cualquier elemento externo que se interponga entre ellos es un tercero sin derechos. Los cónyuges se donan totalmente el uno al otro, también la propia capacidad generativa. Si una nueva vida no es posible por graves motivos, también forma parte de la intimidad conyugal utilizar los períodos no fecundos de la mujer para tener relaciones que deben ser siempre satisfactorias para ambos y unirlos cada vez más.
A cuantos ven algunos documentos de la Iglesia como compendios de prohibiciones, les pedimos vivamente que lean los códigos civiles, penales o mercantiles de los países occidentales.
¡Allí sí que hay prohibiciones! No discuto su oportunidad, pero creo que estos mismos códigos se basan más sobre las premisas fundamentales de la libertad personal y del comercio que apuntan a la felicidad de las personas y a la eficiencia de las sociedades y que, en definitiva, justifican algunas prohibiciones.
La Iglesia tiene en gran estima la sexualidad y creo que si se adquieren una formación y hábitos correctos, la vida es más fácil y se juzgan positivamente algunos límites que efectivamente existen.
Nosotros los médicos católicos somos plenamente conscientes de nuestra obligación de invertir mucho más en la maternidad. Más también en recursos humanos, en la educación y en recursos financieros.
La doctrina de la Humanae vitae es poco seguida, entre otros motivos porque en su tiempo demasiados médicos no la aceptaron.
La pregunta opuesta puede ayudarnos a ver cuán profético fue Pablo VI. Si hubiera aceptado la “píldora”, ¿hoy habríamos podido prescribir conscientemente algunos productos que sabemos que son anti-implantatorios? El prestigio del médico le permite ofrecer con autoridad a los cónyuges alternativas a la anticoncepción.
La relación entre médico y paciente es tan fuerte que difícilmente se rompe, incluso si hay en medio un teólogo disidente. Pero para tal fin es necesario formar e informar más y mejor a los médicos sobre la fertilidad. Creo que nosotros los médicos católicos continuaremos desarrollando nuestra profesión. No obstante, vista la situación actual -con progresos muy lentos, muchas reticencias y millones de personas implicadas- me atrevo a pedir respetuosamente a la Iglesia que cree una comisión especial para la Humanae vitae.
* Presidente de la Federación internacional de las Asociaciones de médicos católicos (FIAMC).
** La encíclica Humanae Vitae data del 25/7/1968.
Fuente: http://blog.ilgiornale.it/tornielli/2009/01/04/losservatore-sulla-pillola-abortiva-antiecologica-cancerogena/#comment-44225
Traducción: José Arturo Quarracino