La región del Lazio erige un incomprensible monumento al general Graziani con dinero público ante el estupor de propios y extraños.
por Sara Martín / ReL.
«Nunca he dormido tan tranquilamente», escribió Rodolfo Graziani como respuesta a quien le preguntaba si no tenía pesadillas después de las matanzas que él mismo había ordenado, como la de todos los sacerdotes, monjes, religiosas y diáconos cristianos etíopes de Debra Libanos, asesinados y masacrados por las tropas islamistas bajo el uniforme italiano.
Cuenta la historia Il Corriere della Sera en su edición del pasado domingo.
Pero comencemos por el principio. ¿Quién fue Graziani? En Italia es «de sobra» conocido, pero no tanto en España. Nacido a finales del siglo XIX y muerto en 1955, fue un polémico general y político italiano, responsable de las sucesivas guerras coloniales italianas, hasta acabar como ministro de Guerra bajo el mandato de Mussolini.
Los manuales de Historia reciente dan sobradas muestras de todas sus cuestionables «hazañas», pero no se puede dejar de reseñar que fue incluido en la lista de criminales de guerra por haber usado gases tóxicos y haber bombardeado hospitales de la Cruz Roja, aunque finalmente no fue procesado por ello.
Por el contrario, fue condenado a 19 años de cárcel por colaboracionismo, aunque no llegó ni siquiera a cumplir medio año.
Lo sucedido en Etiopía
Durante los años 1935 y 1936 el general Graziani fue el encargado de dirigir las operaciones militares en el frente sur de Etiopía, para lo cual llegó a utilizar, con el expreso permiso del Duce, el gas tóxico como arma ofensiva o represalia.
En 1936 como agradecimiento a sus éxitos, le fue concedido el título de Vicerrey de Etiopía, después de lo cual ordenó construir varios campos de prisioneros y asesinar a los rebeldes.
En febrero de 1937 el general Graziani fue víctima de un atentado con nueve bombas y fue herido gravemente. En los días siguientes comenzaron las represalias por parte del Gobierno, que causaron la muerte de al menos 3.000 personas según las estadísticas británicas -diez veces más según las fuentes etíopes-.
Graziani estuvo crítico durante los primeros días, pero una vez que recuperó la consciencia y el mando, ordenó a los soldados italianos invadir el famoso monasterio etíope de Debre Libanos (el corazón de la Iglesia católica de Etiopía), donde los rebeldes se habían refugiado por un breve tiempo -aunque no hay pruebas de ello.
Asesinar a sacerdotes y monjes
El general italiano ordenó masacrar indiscriminadamente a todos los monjes, religiosas y sacerdotes que se encontrasen allí.
Graziani telegrafeó al general Pirzio Biroli ese día y se jactaba diciendo: «Sacerdotes y monjes están desfilando ahora que es una belleza».
En un principio se creía que el número de víctimas no llegaba al medio millar, pero un nuevo documento encontrado por un investigador británico y otro etíope (Ian L. Campbell y Degife Gabre-Tsadik, autores de La represión fascista en Etiopía) sostiene que los asesinados fueron entre 1.200 y 1.600: «Muchísimos eran jóvenes y adolescentes, catequistas y diáconos».
Puede consultarse dicho documento aquí: http://www.ecn.org/asicuba/articoli/eccidio.htm.
Asesino sanguinario en la época colonial
Visto todo esto, es incomprensible que el Ayuntamiento de Affile (perteneciente a la Región del Lazio cuya capital es Roma) haya gastado 127.000 euros para construir un mausoleo en memoria del general italiano.
También el famoso historiador Angelo Del Boca -máximo estudioso de este periodo-, asegura que es una vergüenza celebrar la memoria de alguien que fue el «el asesino más sanguinario del colonialismo italiano».
Los descendientes del emperador etíope, como recuerda el diputado Jean-Léonard Touadi, han escrito al presidente Napolitano para denunciar que este mausoleo es «un increíble insulto a la memoria de más de un millón de víctimas africanas del genocidio».
Pero consideran «aún más sorprendente» la ausencia de una reacción por parte de Italia, y es cierto.
Internacionalmente ha producido reacciones de escándalo por parte del New York Times y la BBC entre otros, pero en Italia apenas ni una ola de indignación.
Nadie sabe si por ignorancia o por el deseo de dejar atrás «pesadas responsabilidades coloniales», como dice Il Corriere.
Fuente: Religión en Libertad (3/10/12)