jueves, 13 de junio de 2019

La nueva pornografía



por Pbro Francisco José Delgado

Cazador de brujas. En este mundo invadido por un irracional puritanismo de la corrección política, se producen paradojas que le dejan a uno una impresión confusa.

Por un lado, una sensación de fatiga al ver que las hordas de la estulticia son tan abundantes que la batalla por la verdad se antoja interminable; pero, por otro lado, una cierta esperanza, al pensar que un sistema tan ridículamente inconsistente no debería poder imponerse a la razón.

Hace unos días, causaban cierto revuelo unas declaraciones de la joven diputada socialista, Andrea Fernández, en las que sostenía que «el “porno” tiene que estar regulado en el sentido de su consumo». La política incluso se presentaba como «abolicionista». De entrada, podríamos simpatizar con esta postura (porque la pornografía es una lacra repugnante que habría que erradicar), si no fuera por varios aspectos, que guardan una cierta relación.

El primero es que Andrea Fernández pertenece a un partido político que promueve fanáticamente el aborto, y rechaza que el estado pueda prohibir (no digo abolir) el infanticidio prenatal. La segunda es que la pretensión de que el estado regule o prohíba el consumo de pornografía (algo que de hecho ya está prohibido para los menores, que son los que preocupan a la diputada socialista), supondría un crecimiento del poder represivo del estado mayor del actual, que exigiría la supresión de toda privacidad para poder llevarse a cabo. Además, la misma ideología socialista lleva a la imposición de un modelo de educación sexual que despoja a los padres, que son los que de forma efectiva podrían y deberían vigilar a sus hijos en cuanto al consumo audiovisual, de toda autoridad. Y, por último, que dicho modelo de educación sexual no se amilana a la hora de utilizar contenidos pornográficos en el adoctrinamiento escolar de los niños.

Por supuesto, la mayoría de las críticas no han incidido en estos aspectos, sino que, desde el bando supuestamente liberal se ha criticado la imposición de una moral concreta que, según la idea de libertad de algunos liberales, socava el ejercicio de la libertad individual, como para muchos de ellos lo hace cualquier cosa que huela a moral. Desde el bando colectivista, en cambio, el componente feminista de la propuesta (dado que la justificación era que «el “porno” que se consume por internet está basado en la violencia y las agresiones hacia las mujeres») ha evitado que las críticas sean muy duras, por lo que en general las declaraciones se ha recibido con un llamativo silencio. Pierdan el miedo unos y otros, el estado, totalitario por naturaleza, jamás va a atentar contra el soma más eficaz de la posmodernidad.

Pero al referirme a las contradicciones del puritanismo de la corrección política no me refiero principalmente a las que he señalado en las declaraciones de Andrea Fernández, porque este no es el objeto principal de este artículo, sino a otro hecho que se ha conocido hoy, y que ha despertado en mí la sensación de confusión a la que aludía antes. Resulta que dentro de la campaña de censura brutal contra posiciones alejadas del progresismo que se ha puesto en marcha en medios de comunicación y redes sociales, una de las últimas víctimas ha sido la plataforma provida useña Live Action. 

Al parecer, según informan desde la plataforma, Live Action ha sido expulsada del servicio de Pinterest, mientras que todos los enlaces que se compartan desde ese servicio de internet hacia páginas dentro del domino de Live Action han sido marcados como «pornografía». Es decir, no sólo les han prohibido compartir contenido provida, sino que cuando alguien comparta un enlace que dirija hacia su web, el contenido será censurado automáticamente como si se hubiera compartido un enlace a un contenido pornográfico. La defensa de la vida se ha convertido, así, en una «nueva pornografía».

Es cierto que uno podría alegar que tanto Pinterest, como otros servicios de internet que ejercen la censura hacia las posiciones no progresistas (Twitter, Facebook, Youtube, etc.), son compañías privadas y, por tanto, tienen la libertad de denegar su servicio a quien ellos decidan. Esto es verdad hasta cierto punto, dado que en todos estos servicios se realizan acuerdos entre proveedor y usuario, dado que al final los usuarios contribuyen al desarrollo del servicio como proveedores de contenidos. Pero, al margen, es curioso que la mayoría de estas empresas se declaran normalmente en contra de personas que ejercen sus derechos individuales, como los pasteleros que han rechazado realizar tartas para gaymonios o situaciones semejantes. Es la habitual hipocresía de los progresistas, apoyada en su pretendida superioridad moral. Por otro lado, reconozco que yo estoy a favor de la censura, como explico aquí.

Entonces resulta que la defensa de la vida, la familia, la libertad de los padres para educar a sus hijos, o incluso la propuesta explícita de la fe cristiana, se ha convertido en la «nueva pornografía». Es una pornografía contra la que se puede luchar con todas las armas, sin miedo a que a uno le acusen de mojigato (como ha sucedido con la creo que bienintencionada en el fondo, Andrea Fernández).

Así vemos que los progresistas (liberales y colectivistas) miran con devoción y arrobamiento el grotesco espectáculo de las fiestas del orgullo sodomítico, donde los adultos se exponen de las maneras más lascivas ante la atónita mirada de los niños, mientras se ruborizan escandalizados ante el atrevimiento de los pocos (pero cada vez más) que se atreven a hablar contra los nuevos dogmas del Anticristo. Lo dicho, una situación tan absurda no puede durar mucho: o se termina el espectáculo de este mundo, o cae esta civilización antihumana. En cualquiera de los dos casos, Cristo reinará.

InfoCatólica. Blog: Más duro que el pedernal.12.6.19