por Fernando Pascual, L.C.
Si a una persona se le reconoce por ley el derecho a “algo”, significa que puede tener o realizar ese “algo”. Si el derecho es justo, ese “algo” merece ser atendido. Si el derecho es injusto, ese “algo” debe ser denegado.
Si a una persona se le reconoce por ley el derecho a “algo”, significa que puede tener o realizar ese “algo”. Si el derecho es justo, ese “algo” merece ser atendido. Si el derecho es injusto, ese “algo” debe ser denegado.
Alguno pensará que la idea de un derecho injusto es autocontradictoria. Porque hablar de un derecho injusto implica declarar como aceptable un acto que provoca algún daño a otros (no hay injusticia donde no se provocan daños).
A pesar de esa observación, el hecho es que hay leyes que admiten como “derechos” actos que implican dañar a otros.
Eso ocurre, por ejemplo, si una ley permite una reglamentación laboral donde el empresario puede despedir con motivaciones injustas a sus empleados. O si permite intereses abusivos en los préstamos por parte de los bancos. O si deja la puerta abierta a comportamientos que claramente ponen en peligro la convivencia ciudadana. O si autoriza a la policía a arrestar a personas sin pruebas y sin garantías jurídicas básicas.
Uno de los casos más extendido entre países democráticos de “derechos dañinos” se produce desde la legalización del aborto. Si el aborto se convierte en algo legalizado, si es defendido y promovido como un “derecho”, se autoriza a algunos seres humanos a eliminar la vida de otros seres humanos, con la excusa de que los segundos son sumamente pequeños, indefensos e incapaces de reaccionar para defenderse.
Cualquier estado que legaliza el aborto u otros actos que perjudican a seres humanos inocentes promueve el derecho de dañar a otros, es decir, el derecho a la injusticia.
Por lo mismo, oponerse a cualquier ley que vaya contra el bien básico de la vida, por ejemplo, a cualquier ley que permita el aborto, es no sólo legítimo, sino un auténtico deber de aquellas personas que reconozcan y amen a los miembros más pequeños e indefensos de la especie humana: los hijos antes de nacer.
AutoresCatolicos.org