martes, 9 de enero de 2018

Hay un movimiento para destruir la Moral Católica – la Comunión es sólo el principio

Por Edward Condon.
Las parroquias modernistas, los fariseos de hoy, están intentando hacer a un lado las enseñanzas de la Iglesia sobre el bien y el mal objetivos.
¿Su siguiente objetivo? Humanae Vitae.

 Voy a arriesgarme a hacer una predicción: 2018 será el año donde veamos el final de la lucha por Amoris Laetitia.

Esto puede parecer algo presuntuoso, dado que la semana pasada seis obispos y un cardenal  han resalgtado la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la recepción de la comunión por divorciados vueltos a casar.  La declaración de los obispos es una positiva delicia al momento de leerla por su claridad de pensamiento y expresión – especialmente después de las sofisticaciones torturadas que hemos tenido que soportar últimamente.

El documento no recuerda sin falla que algunas cosas simplemente están malas y que ninguna cantidad de reflexión personal o circunstancias mitigadoras pueden cambiar eso.

Pareciendo citar directamente varios de las interpretaciones de aquel singular pie de página de Amoris Laetitia (el que el papa Francisco no puede recordar), los cinco obispos mencionan a San Juan Pablo II: “La confusión creada en la conciencia de muchos creyentes por las diferencias de opiniones y enseñanzas… acerca de los serios y delicados asuntos de la moral cristiana, termina por disminuir el verdadero sentido del pecado casi al punto de eliminarlo”. Esto describe muy bien todos los resultados, y diría que las intenciones, de muchas de los opacos y tendenciosos lineamientos “pastorales” que han llegado tras AmorisLaetitia.

Los errores doctrinales en la interpretación de Amoris Laetitia son parte de un movimiento serio sucediendo en la Iglesia para socavar su claridad de pensamiento y expresión en el orden moral, especialmente en lo relacionado al matrimonio, sexualidad y conciencia personal. ¿Qué motiva este movimiento? Seamos claros: no tiene nada que ver con ayudar a los católicos divorciados vueltos a casar. Aquellos de nosotros que trabajamos en tribunales de matrimonio, donde los canonistas y sacerdotes diariamente tienen más contacto con dichas parejas que lo que la mayoría de los que trabajan en las conferencias episcopales tienen en un año, podemos decirles que los divorciados y vueltos a casar están, en la vasta mayoría de los casos, buscando desesperadamente claridad desde la Iglesia, no que les digan que “hagan lo que les parezca bien.”

Aquellos que se oponen tan abiertamente al enfoque “legalista”, en el cual las cosas son objetivamente buenas o malas, se muestran a sí mismos como una especie particular de fariseos. La ley de la Iglesia, incluyendo la canónica, deriva de la ley divina, la cual ningún poder sobre la tierra puede cambiar, y la ley eclesiástica, que la Iglesia promueve  bajo su propia autoridad para ayudar a los fieles a entender mejor la situación, vivir acorde a la ley divina y por último, llegar al cielo.

Esto contrasta con muchas de las “interpretaciones” de Amoris Laetitia que llama a admitir a los divorciados vueltos a casar a ser admitidos a la Comunión, a pesar de que en esta segunda unión vivan como marido y mujer. Algunos argumentan que la ley canónica puede ser cambiada para revindicar la situación de la persona a través de su deseo de ser diferente, inclusive si ellos no tienen intención de cambiar. En esencia, con que alguien desee estar realmente casado, o desee poder vivir acorde a una verdad que no existe, estará lo suficientemente cerca.

Es una solución sin sentido, la cual, aún si se pudiera argumentar técnicamente parar satisfacer la ley canónica (lo cual no hace), no haría nada para cambiar la ley divina respecto a lo pecaminoso de vivir con alguien que no es tu esposo o esposa como si lo fuera. Aquellos que creen que se podría, lo creen a partir de una mentalidad legalista retorcida y debilitada. Una mentalidad que cree que la Iglesia hace leyes y que nosotros podemos ir al cielo a través de estas. De hecho, la Iglesia usa las leyes como medio para guiarnos hacia la verdad de Dios, no para reinventarla. La ley canónica es una herramienta, no es salvación por sí misma, es una luz para nuestros pasos. Esos que usan razonamientos filosóficos y legales retorcidos para justificar que lo que la Iglesia sabe y dice está equivocado, están marcando un camino diferente, con un destino diferente.

La presión por un cambio, “desarrollo”, en la enseñanza de la Iglesia en lo que tiene que ver con los divorciados y vueltos a casar tiene unas implicaciones mucho más amplias. El propósito real es voltear a la Iglesia hacia la abdicación de su enseñanza objetiva y a su autoridad moral absoluta, especialmente en el campo de la sexualidad humana. El lenguaje de “conciencia personal” está siendo usado para maquillar el grave mal del relativismo moral. Aquellos luchando por él son el remanente y los herederos de la generación liberal de los 1960s y 1970s.

Lo que me lleva a la razón de por qué estoy prediciendo el que los debates acerca de Amoris Laetitia tendrán su final en 2018. La razón no es que el problema de la Comunión vaya a ser resuelto, sino más bien que esa facción se moverá en su agenda real. Este año será el 50º aniversario de la publicación de Humanae Vitae,  la afirmación del Papa Paulo VI de la dignidad de la sexualidad humana, y del vínculo intrínseco e inquebrantable entre los aspectos unitivos y procreativos del acto sexual.

El año pasado, Edward Pentin del National Catholic Register, citó a una “respetada figura católica”, quien le contó, durante el 2014 en el sínodo de las familias: “por supuesto, te das cuenta de que todo esto es acerca de Humanae Vitae. Pienso que esto es por lo que van. Ese es su objetivo.” Pentin dice que el ambiente actual en Roma sugiere que su fuente sabía de lo que hablaba. Tengo que estar de acuerdo con él: los esfuerzos por “interpretar”, y la enseñanza de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio, probarán ser un mero ensayo para un asalto total a la gran encíclica del Papa Paulo VI.

Al tiempo de la revolución cultural y sexual, la Iglesia habló fuerte y proféticamente en contra de las consecuencias inevitables de lo que estaba sucediendo. En la última mitad de siglo, la encíclica de Paulo VI ha probado más presencia y relevancia. Es una agriamente cómica ironía, justo cuando una sociedad más amplia se empieza a despertar sobre las consecuencias de una ética sexual basada solamente en el consentimiento y la búsqueda de la satisfacción personal, la Iglesia esté teniendo que defenderse de aquello que desde adentro niegan no sólo la enseñanza de la Iglesia, sino también de los último 50 años de historia que la han revindicado convincentemente.

 Catholic Herald. 8 de enero de 2018.
[Traducción de Alejandro Valencia. Dominus Est. Artículo original]
*permitida su reproducción mencionando a DominusEstBlog.wordpress.com