domingo, 16 de abril de 2017

90 años del Papa Emérito Benedicto XVI: un gran intelectual que reconcilió la fe y la razón.



Tal día como hoy, en 1927, nacía Joseph Ratzinger en Marktl am Inn, en Baviera, Alemania. Así pues, precisamente este Domingo de Resurrección el Papa Emérito celebra su 90 cumpleaños.

Del sucesor de San Juan Pablo II al frente de la Iglesia Católica cabe decir que se le echa mucho de menos. Su pontificado fue breve -no llegó a los ocho años- en comparación con el del Papa polaco, pero fue muy fructífero. Una de sus mayores aportaciones a la Iglesia se la debemos a su gran talla como intelectual, una faceta enterrada por muchos medios de comunicación, que se pasaron los escasos años de su papado empeñados en descalificarle recurriendo a cualquier excusa. Incluso manipularon fotos para presentarle, falsamente, como un nazi, algo que Ratzinger nunca fue.


Es lógico que un Papa como Benedicto XVI despertase el odio y la animadversión de ciertos medios y sectores ideológicos, que intentan infundir en la sociedad la idea de que la religión es una manifestación de irracionalidad que debe relegarse a la esfera privada. Pero en el ámbito de la religión nos encontramos con expresiones muy diversas, que no pueden valoradas como si todas fuesen igual de válidas. Es más: en el caso del Cristianismo nos encontramos con una gran correspondencia entre fe y religión, dos ámbitos del pensamiento que Benedicto XVI supo reconciliar después de varios siglos plagados de empeños por distanciarlas, tanto desde el terreno de la filosofía y de la ideología como -todo hay que decirlo- también desde el ámbito de la religión.



Una de sus más brillantes aportaciones a la conciliación entre fe y razón la hizo Benedicto XVI en su tierra natal, concretamente en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre de 2006. Fue un discurso que provocó polémica por sus referencias críticas al Islam -cargadas de razón, por cierto-, pero esa polémica ocurrió precisamente porque algunos sólo llegaron a conocer de ese discurso lo que leyeron en ciertos titulares de prensa. Ese discurso era un auténtico repaso a la relación entre fe y razón y, más concretamente, a la idea de la razonabilidad de Dios. Puedes leerlo completo aquí. Es más, te lo recomiendo, seas cristiano o no, porque una reflexión de esa brillantez intelectual merece ser leída aunque uno no esté de acuerdo con ella (se echan de menos argumentaciones tan buenas en un mundo que ya parece ser incapaz de entender todo lo que no quepa en un tuiteo de 140 caracteres). Por su interés, y porque sintetizan bien el tema del discurso, os ofrezco aquí los últimos párrafos (las negritas son mías):



“La razón moderna tiene que aceptar sencillamente la estructura racional de la materia y la correspondencia entre nuestro espíritu y las estructuras racionales que actúan en la naturaleza como un dato de hecho, en el que se basa su método. Pero de hecho se plantea la pregunta sobre el porqué de este dato, y las ciencias naturales deben dejar que respondan a ella otros niveles y otros modos de pensar, es decir, la filosofía y la teología.



Para la filosofía y, de modo diferente, para la teología, escuchar las grandes experiencias y convicciones de las tradiciones religiosas de la humanidad, especialmente las de la fe cristiana, constituye una fuente de conocimiento; no aceptar esta fuente de conocimiento sería una grave limitación de nuestra escucha y nuestra respuesta.



Aquí me vienen a la mente unas palabras que Sócrates dijo a Fedón. En los diálogos anteriores se habían referido muchas opiniones filosóficas erróneas; y entonces Sócrates dice: “Sería fácilmente comprensible que alguien, a quien le molestaran todas estas opiniones erróneas, desdeñara durante el resto de su vida y se burlara de toda conversación sobre el ser; pero de esta forma renunciaría a la verdad de la existencia y sufriría una gran pérdida”.



Occidente, desde hace mucho, está amenazado por esta aversión contra los interrogantes fundamentales de su razón, y así sólo puede sufrir una gran pérdida. La valentía para abrirse a la amplitud de la razón, y no la negación de su grandeza, es el programa con el que una teología comprometida en la reflexión sobre la fe bíblica entra en el debate de nuestro tiempo. “No actuar según la razón, no actuar con el logos, es contrario a la naturaleza de Dios”, dijo Manuel II, partiendo de su imagen cristiana de Dios, respondiendo a su interlocutor persa. En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a este gran logos, a esta amplitud de la razón. Redescubrirla constantemente nosotros mismos es la gran tarea de la universidad. “



¡Feliz cumpleaños, Santo Padre!



Léanse los artículo Ratisbona de nuevo: Occidente en negación / Samuel Gregg publicado hoy en el blog grupouniversitariosanignaciodeloyola  y Hasta siempre, Benedicto XVI / Elentir

Contandoestrelas (16/4/17)