sábado, 7 de enero de 2017

El debate de «Amoris Laetitia»: una mirada al futuro (II)

P. Raymond J. de Souza* 
Selectividad en las notas al pie y la encíclica perdida
Amoris Laetitia adopta un enfoque editorial bastante peculiar para un documento con una extensión sin precedentes.
En ningún momento aborda francamente el controvertido tema en cuestión sino que prefiere discutirlo de manera indirecta. El uso de notas al pie, además de que estas son ambiguas y capciosas, pone este hecho en evidencia. Varias notas clave, de hecho, no respaldan el texto que supuestamente apoyan y se citan sólo fracciones de esos pasajes para pervertir su significado llano.
Sin embargo, el sesgo editorial más sorprendente de Amoris Laetitia no son sus notas engañosas sino la encíclica que brilla por su ausencia. No existe ni una sola referencia, ya sea en el texto principal o en las notas al pie, a Veritatis Splendor. Esta Encíclica (1993) de San Juan Pablo II es un elemento fundacional de la doctrina moral católica y el principal documento magisterial sobre la vida moral desde el Concilio de Trento. En este caso, ignorar Veritatis Splendor es tanto como escribir acerca de la naturaleza de la Iglesia y no hacer referencia a Lumen Gentium, la enseñanza de la constitución dogmática del Vaticano II.
La razón de esta sorprendente omisión es evidente. Aunque es posible cuadrar el enfoque general de Amoris Laetitia con la enseñanza especifica de Familiaris Consortio (véase las pautas de Buenos Aires), el enfoque a la vida moral propuesto en Amoris Laetitia está reñido con la enseñanza de la Veritatis Splendor.
De hecho, la tercera parte de Veritatis Splendor, intitulada «Para no desvirtuar la cruz de Cristo» descarta específicamente la idea de que los preceptos de la vida moral son demasiado arduos y que no se pueden vivir con la ayuda de la Gracia Divina. El octavo Capítulo de Amoris Laetitia parece ser exactamente lo que San Juan Pablo II tenía en mente al escribir Veritatis Splendor; parece, en efecto, desvirtuar la cruz de Cristo.
Los editores de Amoris Laetitia persuadieron al papa Francisco de que era preferible fingir que Veritatis Splendor jamás había sido escrita. Lo cual fue un error (véase más adelante la dubia de los cuatro cardenales).
Magisterio a hurtadillas
Tras las intervenciones de los cardenales Schönborn y Müller aquella primavera, parecía ser que Amoris Laetitia no alteraría el statu quo, salvo que aquellos pastores que prefieren ignorar Familiaris Consortio, y el Catecismo de la Iglesia, ahora lo hacían alegando que esto era lo que el papa Francisco realmente deseaba aunque no lo expresase.
Durante aquel verano, el previsible resultado de la ambigüedad deliberada empezó a dar fruto. Los obispos alemanes afirmaron que todos aquellos en situaciones «irregulares» podían acceder a los Sacramentos. Los obispos polacos, afirmaron que no podían hacerlo. El Vaticano no intervino con una aclaración.
Parece ser que había cierto empeño por dejar atrás todo ese asunto. Justo antes de partir para el Día Mundial de la Juventud, a la Cracovia de San Juan Pablo II, el papa Francisco aseveró en su videomensaje que esperaba entregar simbólicamente Amoris Laetitia a la juventud de todo el mundo. Mas, a su llegada a Polonia la idea ya había sido descartada; todo el Día Mundial de la Juventud transcurrió sin una sola referencia a Amoris Laetitia por el Santo Padre.
En su lugar, el papa Francisco optó por la clandestinidad. Se concertó que los obispos de Buenos Aires propusieran directrices para la aplicación de Amoris Laetitia y que estas fueran enviadas al papa. Él, a su vez, escribiría una carta aprobándolas y agregando que no existía «otra interpretación». Este fue un atentado al magisterio a hurtadillas; sin embargo, los documentos magisteriales ambiguos no pueden ser aclarados oficialmente a través de misivas Pontíficas filtradas a la prensa por allegados del Santo Padre.
¿Qué es lo que proponen las pautas de Buenos Aires? Cabalmente, la senda más estrecha posible y algo bastante alejado de la propuesta original del cardenal Kasper. Los obispos, esencialmente, siguen un argumento propuesto por el profesor Rocco Buttiglione, un colaborador de San Juan Pablo II loado por el cardenal Cupich de Chicago.
Buttiglione plantea el caso de una persona que desea abstenerse de las relaciones conyugales, pero el hacerlo provocaría que la otra parte abandonara la unión irregular con posibles repercusiones para los hijos. En tal supuesto, la persona no desea la conducta pecaminosa y por lo tanto no es culpable de ella. El argumento no es nuevo y no es realmente lo que Amoris Laetitia parece sugerir. Se trata de un enfoque adoptado desde ya hace mucho tiempo por confesores para situaciones matrimoniales donde, por ejemplo, uno de los cónyuges desea abstenerse de los anticonceptivos mientras la otra parte insiste en ellos.
Los cardenales reclaman claridad
Cuando tropezamos textos oficiales confusos recurrimos a una práctica ya bien arraigada de presentar dudas –dubia– a la autoridad competente para que estas sean esclarecidas. Esto se hace a menudo en asuntos litúrgicos: ¿Puede un pastor ordenar que su congregación reciba la Sagrada Comunión únicamente en la boca o únicamente en la mano? (No).
El septiembre próximo pasado cuatro cardenales presentaron cinco preguntas (dubia) al Santo Padre, solicitando aclarar que la enseñanza de Familiaris Consortio y de Veritatis Splendor no han sido alteradas por Amoris Laetitia. Es notable que sólo una de las cinco preguntas concierne a Amoris Laetitia, mientras que las cuatro restantes abordan lo que esta última se negó a tratar, es decir, Veritatis Splendor. En noviembre, después de que el Santo Padre decidió no responder la dubia, los cuatro cardenales hicieron pública su solicitud creando así una tormenta ígnea en torno al tema.
Poco después de que Amoris Laetitia fuese publicada se sugirió que presentar dubia al Santo Padre, o a la CDF, podría servir para aclarar las ambigüedades. Uno de los cardenal que eventualmente firmaría la dubia rechazó tal procedimiento ese mismo mayo. ¿Por qué el cambio? Los cardenales no han discutido este tema, mas dos acontecimientos que ocurrieron durante ese verano podrían haberlos instado a actuar. En primer lugar, las directrices contradictorias por parte de distintos obispos. En segundo lugar, la maniobra de Buenos Aires con su filtración de cartas privadas a los medios, en una especie de magisterio sucedáneo. El acto mismo amenazaba socavar la seriedad de la autoridad magisterial de la Iglesia; fue una maniobra que sugiere manipulación por parte de una persona docta en el giro publicitario y no en el ejercicio responsable de la autoridad de la enseñanza de la Iglesia. Como el cardenal Raymond Burke le dijo en algún momento a Raymond Arroyo de EWTN, un «espíritu mundano» ha penetrado en la Iglesia.
El silencio y la agresión
La dubia de los cuatro cardenales podría ser considerada como una tarea de tontos. Están solicitando la clarificación de un documento que fue deliberadamente escrito de manera ambigua. Preguntan si Amoris Laetitia es compatible con Veritatis Splendor, cuando aquella fue escrita precisamente como si éste último no existiera. Han solicitado una reafirmación de la doctrina tradicional acerca del matrimonio y la sexualidad cuando todo el proceso sinodal fue impulsado por un deseo de soslayar la doctrina tanto como fuese posible. No es del todo sorprendente que el Santo Padre eligió no responder directamente a las preguntas de los cardenales.
Hay, sin embargo, varias maneras mediante las cuales un papa puede hablar indirectamente, generalmente a través de sus principales colaboradores. No obstante, en el año de Amoris Laetitia destacan las voces que se han optado por el silencio.
Las voces de quienes normalmente anticiparíamos una explicación del argumento en torno a Amoris Laetitia no lo han hecho. Las congregaciones de la fe y de la liturgia –las más relevantes en cuestiones doctrinales y sacramentales– no han aportado palabra alguna en apoyo del octavo capítulo de Amoris Laetitia.
El portavoz pontífico oficial, Greg Burke, le ha dado a la enseñanza de Amoris Laetitia mucho campo, esquivando las muchas preguntas relacionadas a esta que tanto ocupan a la sala de prensa que preside.
A nivel mundial, a pesar de que ha habido voces notables tanto de apoyo como de crítica, entre los obispos generalmente se ha visto de muy poco a nada que sea substancial. De la misma forma que Amoris Laetitia pretende que Veritatis Splendor no existe, quizá los obispos han adoptado una estrategia similar con respecto a Amoris Laetitia pretendiendo que el octavo capítulo no existe.
El apoyo más vigoroso lo han aportado voceros secundarios, quienes tampoco se han mostrado reacios a atacar los motivos y la reputación de aquellos que se oponen a la postura de Amoris Laetitia. El portavoz más autoritativo del Santo Padre, el padre Jesuita Antonio Spadaro, ha publicado en su cuenta de Tweeter y ha escrito acerca de aquellos que hacen preguntas «con el propósito de crear dificultades y divisiones», insinuando que la dubia de los cardenales no «busca [respuestas] con sinceridad».
El biografó del Santo Padre, Austen Ivereigh, ha ido aún mas lejos, acusando a todos aquellos que preguntan si Amoris Laetitia contradice a Veritatis Splendor de ser «disidentes… [que] cuestionan la legitimidad del reinado del papa».
Todos aquellos que de manera razonable expresan su preocupación de que Amoris Laetitia busca contemporizar con la revolución sexual, lo cual es contrario a las palabras de Cristo en los Evangelios, se les descarta con desdeño: «Mientras insisten en que hay un debate que sostener, una causa a la cual responder, un asunto que se debe resolver, el tren se aleja la estación y ellos se quedan atrás en la plataforma, agitando los brazos».
Ivereigh alega que el debate en torno a Amoris Laetitia , cercado aún a diestra y siniestra por ambigüedades e interpretaciones contradictorias, ya ha concluido satisfactoriamente y la Iglesia necesita continuar su marcha.
¿Por qué tanta prisa por un documento con menos de un año de antigüedad?
Porque entre más tiempo Amoris Laetitia permanezca como objeto de examen y discusión, más obvio será que los argumentos de sus detractores –que están debidamente fundamentados en la tradición de la Iglesia– requieren respuestas con argumentos respaldados de manera similar.
Hasta la fecha, los defensores de Amoris Laetitia no han ofrecido argumentos tanto como afirmaciones injustificadas y apelaciones a la autoridad. Sin un argumento convincente que demuestre por qué Amoris Laetitia no está en conflicto con Veritatis Splendor –lo cual prima facie ya lo está– atentar contra quienes plantean preguntas es sólo una táctica política a corto plazo.
El magisterio no puede, a largo plazo, tomar formado con táctica de este tipo. Vivimos, sin embargo, en un momento en el que estas tácticas tienen cierto impacto.
El año después del año de Amoris Laetitia será, por lo tanto, un año de creciente aspereza y división, con los allegados del Papa cuestionando la integridad de aquellos que insisten en que la Cruz de Cristo no ha perdido su poder y que sigue siendo, en efecto, lo que hace posible la alegría del amor, incluso en el siglo XXI.


*Editor jefe de la revista Convivium 

Traducido por Enrique E. Treviño, del equipo de traductores de InfoCatólica.
Publicado originalmente en el National Catholic Register


InfoCatólica  (6/1/17)