viernes, 6 de enero de 2017

El debate de «Amoris Laetitia»: una mirada al futuro (I)

por Raymond J. de Souza *
Hasta la fecha, los defensores de Amoris Laetitia no han ofrecido argumentos tanto como afirmaciones injustificadas y apelaciones a la autoridad.
Sin un argumento convincente que demuestre por qué Amoris Laetitia no está en conflicto con Veritatis Splendor –lo cual prima facie ya lo está– atentar contra quienes plantean preguntas es sólo una táctica política a corto plazo.
Oficialmente acabamos de concluir el Jubileo de la Misericordia, con su consiguiente gracia, pero 2016 fue más bien el «año de Amoris Laetitia» (la alegría del amor). Su acogida, aún en curso, probablemente llenará el año entrante de un creciente resentimiento y discordia.
En la década de 1990 San Juan Pablo II convocó una serie de sínodos continentales como preparativo para el gran jubileo del año 2000. Las exhortaciones apostólicas postsinodales subsecuentes se intitularon Ecclesia in Africa, Ecclesia in America, Ecclesia in Oceanía, etc.. Cuando la última de estas fue publicada en 2003, Ecclesia in Europa, bromeé en la sala de prensa de Vaticano que tal vez se podría crear una colección en caja bajo el título Ecclesia ad Nauseam.
Amoris Laetitia no ha cumplido aún su primer aniversario y el tedio parece haberse ya arrellanado en torno suyo. Durante los últimos meses, el debate acerca de Amoris Laetitia se ha vuelto cada vez más acalorado. ¿Cómo es que llegamos a este punto? ¿Qué podemos esperar para el 2017?
La cuestión
El controvertido artículo de Amoris Laetitia es el octavo capítulo, se ocupa de la atención pastoral de aquellos que se encuentran en situación «irregular»; específicamente los católicos sacramentalmente casados y civilmente divorciado, que ahora vive en una nueva unión conyugal, ya sea una convivencia consensual o un matrimonio civil: viven una vida conyugal mientras están válidamente casados con otra persona. La práctica pastoral tradicional de la Iglesia ha sido que tales parejas no pueden recibir la absolución en el Sacramento de la Confesión, a menos que estén dispuestos a abandonar esa relación conyugal ya sea por separación o, si esto se considera imposible, absteniéndose de las relaciones conyugales. Sin al menos la intención de cumplir con este requisito, no existiría el indispensable propósito de enmienda y quizás incluso el arrepentimiento.
Sin la absolución sacramental, la persona no podría recibir la comunión, ya que continuaría siendo culpable de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, lo cual es siempre un pecado objetivamente grave. Adicionalmente, dado que recibir la Santa Eucaristía tiene una dimensión nupcial –Cristo el desposado mismo entregándose a su consorte, la Iglesia, en fidelidad total e indisoluble– los divorciados y vueltos a casar civilmente presentan un signo contrario a la comunión entre Cristo y su Iglesia.
Por lo menos desde la década de 1970, principalmente en el mundo de habla alemana, se ha observado un esfuerzo sostenido por modificar la práctica pastoral de la Iglesia para permitir que esas parejas «irregulares» reciban la absolución y la comunión sin la necesaria intención de cambiar su situación. Esta propuesta, asociada principalmente a la figura del cardenal Walter Kasper, fue rechazada de manera contundente como incompatible con la doctrina católica por San Juan Pablo II y el papa Benedicto XVI y promulgada de esa forma en el Catecismo de la Iglesia Católica.
Sínodos de la familia, 2014-2015
El papa Francisco defendió al cardenal Kasper como un teólogo modelo en su primer discurso del Ángelus, el 17 de marzo de 2013, apenas cuatro días después de su elección. En febrero de 2014 el papa invitó a cardenal Kasper a dirigir algunas palabras al Colegio Cardenalicio, en estas el cardenal Kasper abogó por un cambio en la práctica de la Iglesia. Cuando los cardenales enfáticamente rechazaron la propuesta del cardenal Kasper como contraria a la fe católica, el Santo Padre mismo se interpuso en defensa del asediado cardenal, indicando que el tema sería introducido en la agenda de los dos sínodos venideros dedicados a la familia en octubre de 2014 y de 2015. En agosto de 2015 el papa Francisco indicó, de forma elíptica, que no simpatizaba con la enseñanza diáfana de San Juan Pablo II en Familiaris Consortio (1981) y Reconciliatio et Paenitencia (1984), o de Sacramentum Caritatis (2007) del papa Benedicto. Citó los textos pertinentes, pero omitió deliberadamente la enseñanza concluyente sobre los puntos en cuestión.
Partidarios de la posición del cardenal Kasper intentaron conseguir que el Sínodo del año 2015 respaldara una modificación de la enseñanza establecida, mas los padres sinodales se negaron a hacerlo. No se les dio la oportunidad de expresar claramente, a través del voto, si la enseñanza de San Juan Pablo II debería ser ratificada en su totalidad. Votaron, en cambio, en favor de un ambiguo deseo de incluir a tales parejas en «una mayor participación en la vida de la Iglesia». En las secciones pertinentes del informe final del Sínodo no aparecen las palabras «sacramento» o «comunión».
El papa Francisco no quedó satisfecho con el resultado de ese Sínodo, concluyendo el encuentro con una feroz alocución en la que caracterizó a quienes se oponían a la propuesta del cardenal Kasper como deseosos de lanzar «piedras» a aquellos que sufren y a los más vulnerables. Las semillas de rencor y división que darían fruto en el año subsiguiente se sembraron en aquella dura denuncia del Santo Padre de los que permanecían en desacuerdo con él.
¿Qué más da?
¿Es la oposición a la propuesta del cardenal Kasper el resultado de adhesión a una ideología de pocas miras, centrada en normas sostenidas por pastores similares a los fariseos que Jesús denunció utilizando los mismos términos incendiarios que emplea el papa Francisco? ¿Aquellos que se oponen a una mayor «tolerancia» se encuentran únicamente entre los que el papa Francisco caracteriza como los que prefieren «un cuidado pastoral más riguroso que no deja lugar para la confusión» (Amoris Laetitia, 308) ? Aquellos que están en desacuerdo con el Santo Padre ¿que piensan qué está en juego?
No es, en sí mismo, cuestión de la recepción indigna de la comunión. Eso ocurre en la mayoría de las parroquias todos los domingos dado que la práctica de la confesión sacramental se ha vuelto menos frecuente. Muchas personas reciben la comunión a pesar de que se encuentran en un estado objetivo de pecado mortal. Sería un asunto grave si la práctica pastoral recomendara que las personas reciban la Eucaristía cuando no deberían, mas en la práctica vigente esto ocurre sin que nada se diga del todo acerca de ello.
El matrimonio es la cuestión central. ¿Es posible establecer en una relación conyugal con alguien que no sea un consorte válidamente desposado, que sea grata a los ojos de Dios? ¿Es posible «descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo», como afirma Amoris Laetitia (303)?
De ser ese el caso, el vínculo inseparable entre el matrimonio y las relaciones sexuales –que son moralmente lícitas únicamente en el contexto de un matrimonio válido– quedaría esencialmente desgarrado y fracturado. Los detractores de la propuesta del cardenal Kasper saben que el meollo de la revolución sexual es disgregar todo aquello que la tradición cristiana siempre ha insistido en que, por voluntad Divina, debe permanecer unido: el sexo y el amor, el sexo y el matrimonio, el sexo y la procreación.
Si la Iglesia enseñase que existen ciertas circunstancias bajo las que es moralmente permisible para una pareja, que no está casada válidamente, establecer relaciones sexuales, eso sería el inicio de una profunda desintegración. ¿Y que de las parejas que consideran que «la complejidad concreta de los límites» les impide, de entrada, contraer nupcias? Hay que recordar que cuando la Comunidad Anglicana dio cabida a una desviación de la tradición cristiana en cuanto al sexo y el matrimonio fue ese un caso mucho más limitado, tocante al uso ocasional de los anticonceptivos en algunos matrimonios. La propuesta del cardenal Kasper es mucho más profunda.
La lógica de la propuesta no es sólo una amenaza al matrimonio, sino que se puede aplicar a cualquier situación en la que una persona, a pesar de ser consciente de la gravedad de una acción pecaminosa, se propone permanecer en ese estado. El pasado noviembre, los obispos de la zona atlántica de Canadá, citando explícitamente el ejemplo pastoral del papa Francisco, emitieron una declaración en la que se preveía la posibilidad de que un sacerdote ofreciera la absolución y el viático a una persona cuya intención es proceder con un suicidio asistido.
La estampida a juicios no valorativos.
Fechada la Solemnidad de San José (el 19 de marzo), y el aniversario de la instalación del papa Francisco, Amoris Laetitia fue publicada el 8 de abril. ¡Un arribo raudo y veloz! A pesar de ser el documento Pontificio más largo que jamás ha publicado la Iglesia en toda su historia, el primer borrador llegó a la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) desde la residencia Papal a principios de diciembre de 2015, apenas seis semanas después de la conclusión del segundo Sínodo. Dado que tales exhortaciones apostólicas postsinodales a menudo aparecen dos años después del Sínodo correspondiente, la presteza con la que un documento tan largo y complejo llegó a la rotativa es realmente extraordinaria. Ello indica que prescindieron de consultas amplias y universales en su elaboración.
¿Qué dice, entonces, Amoris Laetitia? El papa Francisco ha enfatizado que lo que la Iglesia ha enseñado en el pasado ya no se puede sustentar, mas no enseña eso explícitamente. De hecho, siguiendo de cerca el estilo del informe postsinodal final, no menciona explícitamente la Sagrada Comunión para las parejas «irregulares» del todo.
Como escribí en aquel momento: «desde la primera página de Amoris Laetitia hasta la última, la exhortación evidentemente anhela declarar lo que nunca declara: que la enseñanza acerca del matrimonio y la comunión puede cambiar. Es más, las palabras clave de toda la cuestión quedaron sepultadas en una nota al pié, casi como si sus redactores albergaran la esperanza de que nadie se diera cuenta de ello».
¿Podría darse el caso de que la enseñanza explícita de tres exhortaciones apostólicas anteriores y el Catecismo de la Iglesia fuesen revocados por una exhortación que en ningún momento aborda directamente la cuestión específica?
Cuando el Santo Padre y otros insisten en que ninguna doctrina individual fue alterada en Amoris Laetitia, tienen razón. Que el Santo Padre desea que la enseñanza cambie se puede inferir lógicamente de Amoris Laetitia, mas lo que enseña no es eso; leer la mente del Pontífice no es un factor determinante para establecer una enseñanza magistral.
Por lo tanto, en la rueda de prensa para la presentación de Amoris Laetitia, el cardenal Christoph Schönborn de Viena, el intérprete más favorecido por el papa en lo que concierne a la exhortación, declaró que la famosa nota 351 no cambió nada. Se habla ahí de «la ayuda de los sacramentos», mas eso no implica cambiar Familiaris Consortio.
El mes siguiente, el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la CDF, en un importante discurso en Madrid, insistió en que todas las interpretaciones de Amoris Laetitia deben mantener una continuidad estricta con las tres exhortaciones apostólicas que le precedieron, al igual que con el Catecismo. Durante una rueda de prensa aérea en la que se le preguntó al papa Francisco acerca de la nota 351, respondió que él no la recordaba.


(continúa 2da parte)

* –Editor jefe de la revista Convivium-
InfoCatólica (6/1/17)