Autor:.Luis Alberto Loyo Martín
Fuente: Ecclesia
Una vez más, los Obispos españoles han tenido que salir al paso de una nueva agresión legal a la dignidad de la vida humana.
En este caso por el proyecto de ley “sobre los derechos de la persona ante el proceso final de la vida”.
Y es curioso que si bien los derechos de la vida humana está debidamente protegidos tanto por la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, como por las leyes particulares de los Estados, son precisamente sus etapas más precarias y débiles como su “proceso inicial”, caso de los aún no nacidos, como su “proceso final”, caso de los enfermos incurables, los que tanta arbitrariedad acarrean a la hora de ser legislados, se entiende que para su mejor protección.
La vida del ser humano no puede ser comprendida sólo en su plenitud y vigor. No surgimos de manera espontánea, sino que somos el resultado de un proceso necesario de desarrollo, que se inicia en el momento de la concepción y que finaliza tras un natural ocaso. Todo ese largo o corto período de tiempo se denomina vida humana, y todo él debe ser custodiado por iguales derechos legales que garanticen su mejor proceso.
Pretender que sólo la vida del ser humano bien desarrollado y en plenitud de facultades sea la que se beneficie de una protección adecuada, es imposibilitarla de raíz, porque nadie viene al mundo sin haber sido antes un embrión, ni nadie deja este mundo, de manera natural, sin recorrer las últimas etapas en decadencia.
Precisamente por la debilidad y dependencia de los previos y los finales, se hace mucho más necesario una protección exhaustiva y clara, para evitar los abusos de los fuertes y prepotentes sobre quienes viven en precariedad.
De lo contrario estaremos creando un monstruo legal que acabará por devorar a los que considere innecesarios o molestos.O se confiere valor absoluto a la vida humana en su totalidad, o simplemente carecerá de este valor toda ella, porque no somos un tren donde se ponen y quitan vagones conforme a los intereses del momento, sino que la unidad vital del ser humano, es lo que hace que éste sea o no.
El proyecto de ley mencionado, no es sino una agresión más que se suma a las ya sufridas por otras leyes, igualmente injustas, y que limitan el valor de la vida a los intereses egoístas y arbitrarios de quienes por su posición de fortaleza puedan decidir.
De este modo, y desde nuestra condición de cristianos, debemos acoger la invitación a desobedecerlas con absoluta responsabilidad, sabiendo que sus consecuencias pueden ser costosas para quienes optemos por este camino, pero con la convicción de que lo hacemos en fidelidad a la verdad, y como defensa del ser humano a quien debemos reconocer siempre como un don de Dios.