sábado, 18 de enero de 2025

El «Fiat» de la Virgen María, un grito a la vida del no nacido

 


La 'Madonna del Parto', atribuida a Antonio Veneziano.
La 'Madonna del Parto', atribuida a Antonio Veneziano, pintor de finales del siglo XIV y principios del XV. Se custodia en la iglesia de San Lorenzo, en Montefiesole (Toscana, Italia). Foto: captura TV2000.

por Diego Passadore

 Opinión 

A propósito de una entrevista que me hizo una superviviente de un aborto provocado fallido que perdonó a su madre, se me hizo imperioso compartir unas reflexiones sobre la increíblemente extendida práctica actual del aborto provocado.

La “solución” al embarazo no querido

Por más avanzados métodos anticonceptivos que se utilicen, la mujer puede quedar embarazada. Y muchas veces la solución al problema -muchos lo llaman “derecho”- es el aborto provocado. Es una práctica legal en muchos países -ya hay uno que fundamenta su patria en el aborto provocado al incluirlo en la constitución- y hasta hay apoyos estatales para realizarlo. Para colmo de males, las personas que oran silenciosamente frente a una clínica abortiva a veces terminan presas. El aborto provocado es la urgencia para una sociedad que, fomentando la cultura de la muerte, y estando más dispuesta a matar que a amar, ha perdido el rumbo y avanza hacia su eventual destrucción.

Como hay hombres y mujeres cristianos que están a favor del aborto provocado, voy a intentar responder la pregunta: ¿abortar es un acto de amor al prójimo para un cristiano o un acto de iniquidad y malicia?

El no nacido ¿es un ser humano?

La Iglesia católica sí se ha pronunciado sobre el tema, y muy claramente, en la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el aborto provocado Quaestio de abortu del 18 de noviembre de 1974. A continuación algunos textos de la misma:

"6. (...) En la Didaché se dice claramente: 'No matarás con el aborto al fruto del seno y no harás perecer al niño ya nacido'. Atenágoras hace notar que los cristianos consideran homicidas a las mujeres que toman medicinas para abortar; condena a quienes matan a los hijos, incluidos los que viven todavía en el seno de su madre, 'donde son ya objeto de solicitud por parte de la Providencia divina'. Tertuliano quizá no ha mantenido siempre el mismo lenguaje; pero no deja de afirmar con la misma claridad el principio esencial: 'Es un homicidio anticipado el impedir el nacimiento; poco importa que se suprima la vida ya nacida o que se la haga desaparecer al nacer. Es ya un hombre aquel que está en camino de serlo'. (...)

»7. (...) El Concilio Vaticano II, presidido por Pablo VI, ha condenado muy severamente el aborto: 'La vida desde su concepción debe ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables'. (...)

»12. (...) Desde el momento de la fecundación del óvulo, queda inaugurada una vida que no es ni la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. No llegará a ser nunca humano si no lo es ya entonces. (...)

»[Nota 19] Esta declaración deja expresamente a un lado la cuestión del momento de la infusión del alma espiritual. No hay sobre este punto una tradición unánime, y los autores están todavía divididos. Para unos, esto sucedería en el primer instante; para otros, podría ser anterior a la anidación. No corresponde a la ciencia dilucidarlas, pues la existencia de un alma inmortal no entra dentro de su campo. Se trata de una discusión filosófica de la que nuestra razón moral es independiente por dos motivos: 1. Aun suponiendo una animación tardía, existe ya una vida humana, que prepara y reclama el alma en la que se completa la naturaleza recibida de los padres; 2. Por otra parte, es suficiente que esta presencia del alma sea probable (y jamás se demostrará lo contrario) para que arrebatarle la vida sea aceptar el riesgo de matar a un hombre, no solamente en expectativa, sino ya provisto de su alma".

En la Instrucción Donum Vitæ de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, del 22 de febrero de 1987, dentro del apartado I.1 dice: "(...) Ciertamente ningún dato experimental es por sí suficiente para reconocer un alma espiritual; sin embargo, los conocimientos científicos sobre el embrión humano ofrecen una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana? El Magisterio no se ha comprometido expresamente con una afirmación de naturaleza filosófica pero repite de modo constante la condena moral de cualquier tipo de aborto procurado. Esta enseñanza permanece inmutada y es inmutable".

En la encíclica Evangelium Vitæ del Papa San Juan Pablo II sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, del 25 de marzo de 1995, hay todo un apartado, "Mi embrión tus ojos lo veían" (Sal 139 [138], 16): el delito abominable del aborto, del numeral 58 al 63, que por su extensión no se incluye aquí.

En la Instrucción Dignitas Personæ de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones de bioética, del 8 de septiembre de 2008, dentro del apartado 5 dice: "Si la Instrucción Donum vitæ no definió que el embrión es una persona, lo hizo para no pronunciarse explícitamente sobre una cuestión de índole filosófica. Sin embargo, puso de relieve que existe un nexo intrínseco entre la dimensión ontológica y el valor específico de todo ser humano. Aunque la presencia de un alma espiritual no se puede reconocer a partir de la observación de ningún dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen 'una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?'. En efecto, la realidad del ser humano, a través de toda su vida, antes y después del nacimiento, no permite que se le atribuya ni un cambio de naturaleza ni una gradación de valor moral, pues muestra una plena cualificación antropológica y ética. El embrión humano, por lo tanto, tiene desde el principio la dignidad propia de la persona".

En una homilía del Papa Benedicto XVI del 27 de noviembre de 2010, se dice: "Hay tendencias culturales que tratan de anestesiar las conciencias con motivaciones presuntuosas. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone de relieve su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de los procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así fue Jesús en el seno de María; así fue para cada uno de nosotros, en el seno de nuestra madre. Con el antiguo autor cristiano Tertuliano, podemos afirmar: 'Ya es un hombre aquel que lo será' (Apologético, IX, 8); no existe ninguna razón para no considerarlo persona desde su concepción".

En la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas infinita sobre la dignidad humana, del 8 de abril de 2024, en el apartado 47 sobre el aborto se dice: "La Iglesia no cesa de recordar que 'la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Precisamente la afirmación de tal dignidad es el presupuesto irrenunciable para la tutela de una existencia personal y social, y también la condición necesaria para que la fraternidad y la amistad social puedan realizarse en todos los pueblos de la tierra'. Sobre la base de este valor intangible de la vida humana, el magisterio eclesial se ha siempre pronunciado contra el aborto. Al respecto escribe San Juan Pablo II: 'Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso […] Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño. A este propósito resuena categórico el reproche del Profeta: «¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad» (Is 5, 20). Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua, como la de 'interrupción del embarazo', que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fenómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es 'la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento'. Los niños que van a nacer 'son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo'. Se deberá, por tanto, afirmar con total fuerza y claridad, también en nuestro tiempo, que 'esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la miramos desde la fe, «toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre»'. Merece mencionarse aquí el compromiso generoso y valiente de santa Teresa de Calcuta en defensa de todo concebido".

El Catecismo de la Iglesia Católica habla sobre el aborto provocado, en los numerales 2270 al 2275, donde entre otros manifiesta “la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad”.

Es tan atroz matar a un hijo no nacido como a uno ya nacido, por lo que estamos ante la criminal matanza de niños no nacidos inocentes. Las que cometen esos crímenes inconcebibles con sus hijos son los Caínes de la actualidad, a los que Dios les preguntará en el día del Juicio: "¿Dónde está tu hijo/hija?" (cf. Gén 4, 9). 

Los sacrificios de hijos en la Biblia

La Iglesia católica es muy clara sobre el aborto provocado. Veamos lo que dice la Biblia respecto a los sacrificios de hijos ante dioses paganos: “No darás ningún hijo tuyo para hacerlo pasar ante Mólek; no profanarás así el nombre de tu Dios. Yo, Yahveh” (Lv 18,21).

Pecado que llevará a la muerte: “Dirás a los israelitas: Si un hombre cualquiera de entre los israelitas o de los forasteros que residen en Israel entrega uno de sus hijos a Mólek, morirá sin remedio; el pueblo de la tierra lo lapidará. Yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y los exterminaré de en medio de su pueblo, por haber entregado un hijo suyo a Mólek, haciendo impuro mi santuario y profanando mi nombre santo. Si el pueblo de la tierra cierra los ojos ante ese hombre que entregó uno de sus hijos a Mólek, y no le da muerte, yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y contra su familia, y lo exterminaré de entre su pueblo, a él y a todos los que como él se prostituyan tras Mólek” (Lv 20,2-5).

Esta práctica continuó pese a las advertencias, ya que Mólek es nombrado en 2 Re 23, 10, Is 57, 9, Jer 32, 35 y Hch 7, 43. Pero en el hijo no nacido ya vimos que “existe ya una vida humana, que prepara y reclama el alma en la que se completa la naturaleza recibida de los padres”, y "es un homicidio anticipado el impedir el nacimiento; poco importa que se suprima la vida ya nacida o que se la haga desaparecer al nacer. Es ya un hombre aquel que está en camino de serlo".

La consecuencia de un aborto provocado, donde el seno que forma a ese niño lo rechaza y lo envía a la muerte sin un nombre y sin ningún remordimiento, derramando la sangre inocente de los niños no nacidos, es que se está haciendo una iniciación asesina, un sacrificio humano que da culto al diablo, ya que es un homicidio anticipado y un crimen abominable. A los promotores y los que se lucran con los abortos provocados aplican estas palabras de Jesucristo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él” (Jn 8, 44). Y con los millones de abortos provocados de los últimos tiempos, se colabora con el diablo para que separe a la humanidad de Dios hacia el mal, que se refleja, entre otros, en la multiplicación de las guerras y divisiones en todo el planeta.

Y una actitud pasiva que cierra los ojos frente a la gravedad de estos crímenes es inadmisible y tan condenable ahora como en la Antigüedad.

Los sacrificios humanos y Nuestra Señora de Guadalupe

El pueblo azteca hacía sacrificios humanos como parte de sus rituales para honrar a sus dioses, pero a partir del siglo XVI, con las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe al indígena Juan Diego en 1531, se produjo una conversión masiva de los indios al cristianismo, estimándose nueve millones de conversiones en nueve años. Algo impensable por el esfuerzo humano, que nos hace recordar la conversión de Nínive por las advertencias del profeta Jonás, algo humanamente imposible.

El Fiat de la Virgen María, un grito por la vida del no nacido

Contemplemos el Fiat de la Virgen María, que puede ayudar a la humanidad a abrir los ojos y dejar de ofrecer sacrificios humanos que dan culto al diablo. La respuesta de María al Ángel "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" muestra claramente que decirle que iba a ser madre no estaba en los planes de María, sino el permanecer virgen, aunque estuviera casada con San José (ver Nm 30, 4-8; San Gregorio de Nisa y San Agustín son de esta postura).

El Fiat de María, esa respuesta "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" es desconcertante con la perspectiva de la sociedad actual: ¿no calculó que cuando se enterara San José, probablemente no entendería cómo podía haber quedado embarazada y eventualmente podría denunciarla como adúltera y moriría apedreada? ¿No era menos arriesgado y comprometido un “No, gracias” egoísta a la invitación de Dios y así seguir viviendo sus planes de vida?

Para dar ese Fiatla confianza y el abandono en Dios de María era completo y total. Una confianza en que la Divina Providencia se va a encargar de nuestro futuro vital, sólo quiere nuestra voluntad, nuestro corazón. Es pensar: esto es imposible humanamente, pero que se haga la Voluntad de Dios y no la mía: Él es el Señor de la historia pasada, presente y futura, y "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8, 28).

Podemos pensar que, además del gozo de hacer la Voluntad de Dios, María podría haber tenido un dolor de dejar sus planes de vida, ¡pero fue amar hasta que duela! Fue un Fiat con una confianza a ciegas, un amor que superó con creces los temores propios de nuestra fragilidad, como el de una niña con sus padres, que la van a proteger frente a los peligros. Tuvo el amor que le faltó a Adán y su mujer, que no amaron hasta que les doliera, y cedieron a la tentación. Un Fiat filial amoroso inquebrantable ante las adversidades, como tener que huir a Egipto o presenciar la muerte más infame que tuvo su Hijo a mano del resto de sus hijos. Un Fiat desinteresado que dio el fruto de que la Palabra se hiciera carne, que el Autor de la Vida nos diera vida en abundancia, y trajera la Salvación a toda la humanidad, una sola familia.

Ese Fiat de María nos muestra que Jesucristo también quiso ser un no nacido, y de esa manera muestra que todos los no nacidos son verdaderas personas: ¡el No Nacido Jesucristo es nuestro Señor! Ese Fiat también nos da una buena perspectiva para mirar los abortos provocados en la actualidad: ¿no habrá algo de comodidad, de falta de generosidad con la vida, de estar lejos de Jesucristo? Estamos en un mundo atornillado al consumismo y la comodidad, donde en vez de tener hijos se tienen mascotas.

María nos invita al arrepentimiento, nos recuerda que su Hijo siempre nos está esperando con los brazos abiertos para darnos su perdón y su amor sin límite. El Sagrado Corazón de Jesucristo y el Inmaculado Corazón de María quieren que les demos nuestro corazón, que nos refugiemos en esos dos Corazones, que aprendamos del anonadamiento de Jesucristo en un no nacido para anonadar nuestro ego, porque fuimos creados para amar: "Dame, hijo mío, tu corazón" (Pr 23, 26).

Las heroínas actuales

Esta frase que oí no hace mucho, “Yo hago la paz cada vez que cambio un pañal”, me ha quedado resonando: todo está conectado y mi acto de amor cotidiano con mis hijos lleva la paz al mundo. Jesucristo es muy claro cuando dice que: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40), y no hay nada más pequeño, indefenso e inocente que un no nacido.

Las madres solteras, las madres menores de edad, las madres abandonadas por su pareja, las que tuvieron a un hijo después de ser violadas, las que decidieron tenerlo bajo la presión de su compañero que no quería, las que decidieron tenerlo aunque estaba su vida en riesgo, etc., esas son nuestras heroínas, nuestros Abeles de la actualidad, porque priorizaron la vida sin hacer cálculos de cómo se vería en la sociedad/familia, o de las incomodidades, o de la propia subsistencia. Ese no nacido es Templo de Dios o está camino de serlo, es tierra sagrada, es lo más valioso del universo. Demos gracias al Fiat de María a quedar embarazada aunque no estuviera en sus planes y pareciera imposible, un acto de valentía y confianza, donde venció el amor en su corazón bendito, del que se ha beneficiado toda la humanidad.

Cedamos el control de nuestras vidas a la Providencia de Dios que lleva a la vida, y si una mujer queda embarazada, que dé gracias a Dios: ¡a cuántas les gustaría ser mamás y no pueden! Ser mamá es amar hasta que duela, es un compromiso de por vida, pero ya sabemos que seguir a Cristo, ser cristianos, es abrazar nuestra cruz y también introducirnos en Su océano de Bondad, con la esperanza de la vida y el gozo eternos. Pero también ser mamá es llenarse de gozo por un amor fecundo que forma familia, por esos hijos, nietos y bisnietos. Porque la vida es un regalo, y el no nacido es el milagro de la vida acunado en el vientre de una mujer, que cuenta con nuestro amor, nuestra acogida, nuestra cercanía, nuestra compasión, nuestra ternura, y nuestra presencia.

A las que volverían a abortar

Para las que volverían a abortar porque consideran al no nacido un cúmulo de material biológico, y no coinciden con lo expuesto hasta ahora, les digo que no las juzgo. Todos somos pecadores en la Iglesia, y siempre hay lugar para uno más. Con gusto me ofrezco para tener una conversación sincera. Sí les pido mucha oración a Dios, a quien aman, y que pidan la intercesión de nuestra Madre María, para que Jesucristo les hable al corazón y les dé fuerza en situaciones difíciles para evaluar otras alternativas.

También contemplar el sí de nuestra Madre María a la Vida, para que el sí a la Voluntad de Dios se haga el canto de nuestra vida, recibiendo la ayuda de la Palabra en nuestra fragilidad, que nos dice “¡Ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

Y por último, distanciarse de las “verdades” de la sociedad en que vivimos, una sociedad de espaldas a Dios que muchas veces quiere mostrar como buena una cultura de la muerte; y acercarse a las verdades que nos da Jesucristo en los Evangelios, que llevan a la vida en abundancia.

Vigilia de Oración por la Vida Naciente

Recemos juntos esta oración del Papa Benedicto XVI en la Vigilia de Oración por la Vida Naciente del 27 de noviembre de 2010:

Señor Jesús,

que con fidelidad visitas y colmas con tu Presencia

la Iglesia y la historia de los hombres;

que en el admirable Sacramento

de tu Cuerpo y tu Sangre

nos haces partícipes de la vida divina

y nos concedes saborear anticipadamente

la alegría de la vida eterna:

te adoramos y te bendecimos.

 

Postrados delante de ti, fuente y amante de la vida,

realmente presente y vivo en medio de nosotros,

te suplicamos:

 

Aviva en nosotros el respeto

por toda vida humana naciente,

haz que veamos en el fruto del seno materno

la admirable obra del Creador;

abre nuestro corazón a la generosa acogida

de cada niño que se asoma a la vida.

 

Bendice a las familias,

santifica la unión de los esposos,

haz que su amor sea fecundo.

 

Acompaña con la luz de tu Espíritu

las decisiones de las asambleas legislativas,

a fin de que los pueblos y las naciones

reconozcan y respeten

el carácter sagrado de la vida,

de toda vida humana.

 

Guía la labor de los científicos y de los médicos,

para que el progreso contribuya

al bien integral de la persona

y nadie sufra supresión e injusticia.

 

Concede caridad creativa a los administradores

y a los economistas,

para que sepan intuir y promover

condiciones suficientes

a fin de que las familias jóvenes puedan abrirse

serenamente al nacimiento de nuevos hijos.

 

Consuela a las parejas de esposos que sufren

a causa de la imposibilidad de tener hijos,

y en tu bondad provee.

 

Educa a todos a hacerse cargo

de los niños huérfanos o abandonados,

para que experimenten el calor de tu caridad,

el consuelo de tu Corazón divino.

 

Con María tu Madre, la gran creyente,

en cuyo seno asumiste nuestra naturaleza humana,

esperamos de ti,

nuestro único verdadero Bien y Salvador,

la fuerza de amar y servir a la vida,

a la espera de vivir siempre en ti,

en la comunión de la Santísima Trinidad.

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Publicado en Life Site News.