miércoles, 13 de noviembre de 2019

La doctora abortista que leyó un artículo comparando el aborto con el nazismo y se hizo provida

 Kathy Aultman practicó entre 500 y 1000 abortos, y estaba orgullosa... pero llegó el momento en que entendió que su ceguera moral era como la de los médicos nazis.
 por Pablo  J. Ginés

    ¿Es útil para la causa provida comparar el aborto con el Holocausto judío y con las prácticas nazis? Debe serlo, porque sus enemigos combaten la comparación. En 2018, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo dictaminó que Alemania hizo bien en prohibir al activista provida Klaus Günter Annen comparar a los médicos abortistas con los comandantes de campos de concentración en la época nazi. Influyó en la sentencia que el activista publicaba nombres y direcciones de médicos abortistas, aunque sólo para pedir oración por ellos. Con todo, su web babycaust.de (en alemán) sigue activa y señalando paralelismos entre el nihilismo antivida nazi y el nihilismo antivida abortista.

ElPlural.es, en 2012, muy escandalizado porque alguien compare el aborto que mata fetos por tener defectos con el nazismo, que también mataba enfermos

A veces alguna asociación judía se queja de comparar aborto y nazismo, pero no muchas. Chris Aubert es uno de los judíos que sí compara aborto y nazismo. Su abuelo y su tía murieron en el Holocausto. Su padre, un muchacho de 14 años en Auschwitz, sobrevivió sólo porque divertía a las SS tocando el violín. "Le forzaron a tocar el violín para las tropas durante la marcha mortal que llevó a sus padres y hermana al crematorio", recuerda Chris.

Hacia 1991 Chris acompañó a una novia a abortar a su bebé común. Era el segundo hijo cuya eliminación pagaba. Oyó a alguien decir que el aborto era "el holocausto americano" y no se molestó, sino que pensó: "¿qué tiene el aborto para que alguien lo compare con el Holocausto?" Ver un tiempo después a su siguiente hijo en ultrasonidos cambió su mentalidad y lo hizo provida, como cuenta en este testimonio. "Me inundó la emoción de mis dos abortos, que me convencieron de lo malo que era el aborto. Era realmente el holocausto americano, no muy distinto al que mi padre había sobrevivido", escribió Aubert.

Otra persona que cambió pensando en la relación entre el aborto y el nazismo es la doctora ex-abortista Kathi Aultman, cuyo padre estaba entre las tropas norteamericanas que entraron en los campos de exterminio nazi. Ella había pensado siempre que los médicos nazis eran crueles y malos. ¿Cómo entonces no se dio cuenta de que ella, médico abortista, no era muy distinta, que mataba pequeños seres humanos con el aborto? Fueron necesarios varios pasos para abrir los ojos y entender que su ceguera moral, y la de los médicos nazis, era similar.


Abortó, y de estudiante ya era activista abortista
Ya como estudiante de medicina Kathi Aultman era militantemente abortista convencida. "Ya había tenido un aborto y pienso que eso afectó a mi pensamiento, pero sentía que era un tema de derechos de las mujeres, que no tenía nada que ver con el bebé". No sólo aceptó las prácticas médicas de dilatación y curetaje que servían para los abortos de primer trimestre, sino que se apuntó voluntariamente a aprender "como hacer abortos por desmembramiento [se trocea el cuerpo del bebé dentro de la madre; se le llama también 'dilatación y evacuación'] que son abortos tardíos", explica en una entrevista en DailySignal.

Como estudiante de ginecología y obstetricia, y ya haciendo abortos tardíos, hubo sólo un momento en que se hizo preguntas éticas sobre el aborto. Fue cuando le tocó un servicio en la unidad de cuidados neonatales, con bebés diminutos, prematuros, en incubadoras. "Me di cuenta de que hacía abortos en bebés del mismo tamaño que los que aquí cuidaban", recuerda. Pero "en medicina somos muy buenos en compartimentar las cosas, y lo guardé al fondo de mi mente, porque, por otra parte, no veía un feto muy distinto de un embrión de pollo. Así podía librarme de ellos sin conciencia. En obstetricia tenemos dos pacientes, pero no consideraba paciente al bebé si no era querido".

Realizó entre 500 y 1000 abortos. Los realizó incluso cuando ella misma volvió a embarazarse, con su bebé pateando en su interior. "No veía incongruencia en eso: mi bebé era querido; el de ellas no, y esa era la diferencia".

Tres casos que la pusieron a pensar
Después de haber dado a luz y teniendo ya un bebé en casa, algo cambió en su interior y empezó a prestar atención a algunas cosas.

Estaba el caso de una mujer que ya había abortado varias veces en el mismo centro, tres veces con Kathi. "Fui al personal de la clínica y les dije: 'ey, no quiero hacer esto, ella usa el aborto como control de natalidad, es ridículo'. Me dijeron: 'no es asunto tuyo, es el derecho de ella. Haz el procedimiento'. Y lo hice. Después intenté que ella usara anticoncepción y ella se negó".

Efectivamente, si el aborto es un derecho, se puede hacer todas las veces que se quiera por todas las razones que se quiera, y si no hay objeción de conciencia, el médico debe doblegarse a los caprichos, miedos, locuras o instintos autodestructivos de la mujer (a veces, de quien controla a la mujer, como en el caso de las prostitutas y sus chulos).

Hubo un segundo caso que le hizo pensar. Una mujer le dijo "sólo quiero matarlo". "Y yo pensé: ¿qué te ha hecho este bebé? Y esa es la clave: ¡nunca antes había pensado antes en ellos como bebés!"

Y un tercer caso: llegó una mujer embarazada con su marido, tenían ya 3 hijos y pensaban que no podían acoger más bebés en la familia. Nadie habló ni pensó en la adopción. "Ella lloró todo el rato que estuvo allí, y tras eso ya no pude hacer abortos. El hecho de que el bebé ya no fuera deseado ya no era justificación suficiente para mí para que yo los matara".

Pero Kathi aún no era provida. Le daba asco o le repelía hacer abortos, pero aún pensaba que eran necesarios, que eran actos médicos, aún reenviaba mujeres a abortar con otros compañeros abortistas.

La propaganda y el nazismo

Kathi ahora prestaba atención a la propaganda abortista. Por ejemplo, el dogma decía que una chica joven debía abortar, porque tener un bebé muy joven podía "arruinar su vida". Pero ella veía chicas muy jóvenes que daban a luz y les iba bastante bien en la vida.

También veía mujeres que habían abortado y no les iba nada bien, acumulaban heridas psicológicas. El aborto no las sanaba ni protegía de nada.

Y un día leyó un artículo que comparaba el aborto y el Holocausto "y fue un gran momento de 'a-já' para mí".

Reportaje del memorial Yad Vashem sobre el álbum de fotos de Auschwitz

"Mi padre estuvo con la unidad que en la II Guerra Mundial liberó el primer campo de concentración. Crecí con todas esas historias y fotos de cómo fue. Y cuando me hice médico, no podía entender cómo los alemanes hicieron aquello, y específicamente los médicos. ¿Cómo pudieron los doctores alemanes hacer esos experimentos horribles?", se planteó.

"Fue un gran momento de 'a-já' para mí cuando me di cuenta de que yo ahí estaba matando personas, porque no los consideraba seres humanos. Ahí estaban los alemanes: ellos tampoco consideraban que fueran seres humanos los judíos y los rusos y los otros que exterminaron".

"Y desde ese momento me hice provida", constata.


Como experta ginecóloga hoy la doctora Aultman participa en consultas sobre la legislación abortista, especialmente sobre los bebés que nacen vivos y los abortistas dejan morir

Salvar a los bebés que sobreviven al aborto

Así, hacia el año 2000, la doctora Kathi Aultman empezó a participar como experta en asesorías legales sobre leyes para limitar el aborto, y más específicamente, para proteger a los bebés que logran sobrevivir a abortos. "Hay una gran cantidad de personas que han sobrevivido a abortos", señala. Comenta el caso de un doctor abortista que tiró del brazo de un bebé para desmembrarlo, pero el bebé salió entero y vivo. En otros casos, las pastillas de Cycotec que buscan expulsar con contracciones al bebé muerto sacan al bebé vivo.

Hoy muchos bebés que nacen prematuros con 22 semanas (cinco meses y medio) sobreviven y crecen sanos si se les aplican buenos cuidados neonatales. En Estados Unidos se abortan cada año unos 11.000 bebés de esas edades (y otros 850.000 más pequeños). La clave, dice la doctora, está en aplicar los cuidados neonatales, porque actualmente si el bebé nace vivo en un aborto, los doctores no lo matan directamente, sino que simplemente dejan que muera de frío y debilidad. La ley en muchos sitios castiga el matarlos activamente, pero permite el dejarlos morir. Por eso la doctora es activista a favor de una ley que castigue al personal médico que no actúe para salvar la vida de esos supervivientes.

"Algunos dicen: esa es una decisión privada que deberían tomar la paciente y su médico. Pero es que ellos son precisamente los que está intentando matar a ese bebé", especifica la doctora. Igual que no se deja a nadie matar a otros bebés ya nacidos, también estos merecen protección legal que salve sus vidas.

Cómo hacer pensar a los abortistas

La doctora Aultman ha visto que otros abortistas cambiaban de posición. Muchos lo hacían al quedar embarazadas, o, con más frecuencia, al dar a luz a sus propios hijos. Conoce un doctor que cambió de visión cuando murió su propia hija. Hay acontecimientos así, que ayudan a abrir los ojos. La fe genérica no basta, porque ella se hizo cristiana en cierto momento pero manteniéndose como doctora abortista bastante tiempo.

"Yo no cambié de opinión porque me gritaran o me insultaran. Hubo amigos cristianos que me amaban. Aunque no estaban de acuerdo con mis opiniones, me amaban lo suficiente para ser mis amigos, y cuando me conocieron me amaron tanto como para darme un panfleto. Me dijeron: 'sé que tienes opiniones fuertes sobre este tema, pero ¿estarías dispuesta a leer esto? Y dije: OK, porque confiaba en él".

Además, añade, hoy la ciencia real está completamente del lado provida. "No hay otro momento en que podamos definir el inicio de la vida [de cada individuo humano] que cuando se encuentran el óvulo y el espermatozoide", especifica. Por desgracia, dice, la prensa oculta lo que la ciencia sabe bien sobre el desarrollo fetal o el dolor del feto.

Ayuda a las embarazadas y las que ya abortaron
Aultman es una mujer que hizo cientos de abortos y que también se sometió a uno. Y eso la dañó. "Tuve que pasar por mucha sanación y oración para poder personarme a mí misma", explica. Por eso recomienda los grupos de acompañamiento, sanación y oración para las mujeres dañadas por el aborto. "En un nivel profundo, sienten que si han matado a su hijo no pueden acercarse a Dios, y eso es falso. Si Dios puede perdonarme a mí [por matar cientos de bebés], puede perdonarlas a ellas. Necesitan entender que tenemos un Dios que perdona, algo que a muchas les cuesta".

Con el perdón puede llegar una vida nueva. Vida en abundancia, frente a la cultura de la muerte.
/ReL  13 noviembre 2019