sábado, 5 de enero de 2019

Un villancico con historia.Cumple doscientos años "Noche de Paz"

Por María Teresa Rearte
“Noche de paz, noche de amor, / Todo duerme en derredor. / Entre los astros que esparcen su luz / Brilla anunciando al Niñito Jesús / Brilla la estrella de paz / Brilla la estrella de amor…”

     Posiblemente sea el villancico más conocido y popular y cumple 200 años. Nació en una fría Nochebuena de los Alpes austríacos. Fue pasando de generación en generación y recorrió el mundo, emocionando y  abriendo los corazones al amor y la esperanza.
     El 24 de diciembre de 1818 fue cantado por primera vez en una pequeña iglesia de Oberndorf, próxima a Salzburgo, por su letrista Joseph Mohr (1792-1848) y el compositor  Franz Xaver Gruber (1787-1863).
     “Noche de paz, noche de amor, / Todo duerme en derredor / sólo velan en la oscuridad / los pastores que en el campo están. / Y la estrella de Belén / Y la estrella de Belén…” El villancico ha sido traducido a más de 300 idiomas y dialectos. E integra el Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco.
      Ideado por el joven sacerdote austríaco Joseph Mohr, que escribió las 6 estrofas de su poema (hoy se cantan 3), cobró vida luego de un frío muy crudo que destruyó las cosechas y propagó el hambre entre los pueblos. Lo que agravó el clima de inseguridad que habían dejado las guerras napoleónicas. Y el pueblo anhelaba un poco de paz. ¿Algún parecido con el hambre de distintas latitudes en territorios que sufrieron a veces sequías y otras veces inundaciones? ¿O con pueblos oprimidos por sucesivos ajustes gubernamentales? En la Europa de esos años todos anhelaban la paz. Mohr, que  conocía los horrores de la guerra, expresa en las tres estrofas menos cantadas del poema, el ideal de la unión y la paz entre los pueblos. Hoy hay sobrados motivos para anhelar y promover el amor y la paz ante los crímenes horrendos que se cometen en el mundo, no sólo en los campos de batalla, sino aún en las ciudades. Y aún ante los fríos cálculos gubernamentales y los anuncios de meses aún muy duros por delante, como sucede en nuestro país..
      La primera vez que se entonó el villancico  en la entonces llamada Misa del Gallo del año 1818, se hizo con acompañamiento de guitarra, porque el piano de la iglesia estaba muy deteriorado. Y no había forma de arreglarlo. Mohr, que había nacido como hijo ilegítimo en Salzburgo, cuna del renombrado Mozart, había sido apoyado por Gruber, un maestro de escuela y organista a quien el primero le habría pedido ayuda para componer la melodía de su poema. Primero llegó a las cercanías de Salzburgo, donde se encuentra Oberndorf. Luego siguió difundiéndose por Austria y Leipzig.  Después por ciudades como San Petersburgo, París, Londres y Nueva York. ¿Quién de nosotros no se eleva espiritualmente con su canto en nuestras iglesias,  alentando la esperanza porque nació el Redentor? ¿Quién no abriga  esperanza en su corazón y prueba también de entonarlo? Por cierto que hay muchas esperanzas humanas que necesitan ser abrazadas por la esperanza cristiana, en nuestros pueblos atenazados por el neoliberalismo y las operaciones financieras de organismos internacionales.
      Se sabe que “Noche de paz” fue cantado por miles de soldados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, en unas horas de tregua en l914. También se tiene conocimiento de que en 1941 el nazismo quiso imponer una versión propagandística del villancico. No obstante, el presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill entonaron –en aquellos años- el villancico original. Destacados cantantes como Frank Sinatra, Raphael, Julie Andrews, son sólo algunos de los más conocidos que le han dado voz a “Noche de paz”.
     El Papa Francisco decía: “¡Cristo ha nacido por nosotros! Vengan todos los que buscan el Rostro de Dios: aquí está, en ese Niño acostado en un pesebre.” La melodía del villancico que se conmemora se deja oír otra vez: “Noche de paz, noche de amor / Todo duerme en derredor, / sobre el Santo Niño Jesús. / una estrella esparce su luz…”
      Que la fe y la belleza que irradian el poema y la melodía nos ayuden a profundizar el sentido cristiano de la Navidad del Señor. Y los ecos de la liturgia navideña de estos días impregnen de alegría los corazones porque nació el Salvador.


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