miércoles, 16 de enero de 2019

Sobre Venezuela y Nicaragua: veinte ex presidentes le reclaman al Papa.

Por María Teresa Rearte (*)
 Veinte ex presidentes de países latinoamericanos, entre los que se cuenta el argentino Fernando de la Rúa, le dirigieron una carta al Papa Francisco en la que dicen: “Nos preocupa su llamado a la concordia.”

Concretamente se refieren a los pronunciamientos
del Santo Padre con relación a las respectivas crisis que afligen a Venezuela y Nicaragua. Para los ex mandatarios formular un llamado a la paz equivale a pedirles a estos pueblos –víctimas de sus respectivos gobiernos- “que acuerden con sus victimarios.”
      Aclaro que el Pastor de los cristianos católicos en ningún momento pidió lo que dicen los ex presidentes en su misiva. Con la cual reinstalan un viejo dilema: el de la intervención de la Santa Sede en los asuntos de un Estado.  Por lo que pregunto: ¿qué piensan los referidos ex jefes de Estado sobre la Iglesia Católica? ¿Qué es el partido de Cristo o se trata de la Iglesia de Jesucristo?
     Los ex presidentes, que integran el grupo IDEA (Iniciativa Democrática de España y las Américas), han reconocido la permanente preocupación del Papa Francisco “por el sufrimiento que hoy padecen, sin distingos, todos los venezolanos y ahora también los nicaragüenses” Y es importante mencionar que varios de los firmantes de la carta fueron
incluso recibidos por el Pontífice, y en otro momento reconocieron la preocupación mostrada por el asunto en cuestión. No obstante citan en su carta la encíclica “Ad Petri Cathedram” (29/06/1959) de San Juan XXIII., con relación al llamado a la concordia que debería –según dicen-“dirigirse a los gobiernos de las naciones.” Porque  “los que oprimen a los otros y los despojan de su debida libertad no pueden ciertamente contribuir a esta unidad”. Y refieren que son regímenes basados en la mentira.
      El Papa aludió públicamente a las situaciones de Nicaragua y Venezuela dos veces en las últimas semanas. Una primera vez en su mensaje “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo), del 25 de diciembre en ocasión de la Navidad, desde el balcón de la Basílica de San Pedro. De modo que su palabra no podía pasar desapercibida si uno quería escucharla. “Que este tiempo de bendición –dijo- le permita a Venezuela encontrar de nuevo la concordia y que todos los miembros de la sociedad trabajen fraternalmente por el desarrollo del país, ayudando a los sectores más débiles de la población”. Y añadió “que delante del Niño Jesús, los habitantes de la querida Nicaragua se redescubran hermanos, para que no prevalezcan las divisiones y las discordias; sino que todos se esfuercen por favorecer y por construir juntos el futuro del país.”
       A esa exposición del Santo Padre se referían los ex presidentes en su carta. La cual fue enviada después de Navidad y antes del lunes 7 de enero, cuando el Papa vuelve a expresarse con relación a esos temas, en su discurso de inicio del año nuevo dirigido a los embajadores acreditados ante el Vaticano. En su largo mensaje reconoció la migración masiva de venezolanos por las causas que son de público conocimiento desde su país de origen. Y explícitamente agradeció a Colombia y otros países de América Latina por acoger a los venezolanos que dejan su país. Con relación a Nicaragua dijo que seguía su situación “de cerca con el deseo de que las distintas instancias políticas y sociales encuentren en el diálogo el camino principal para empeñarse por el bien de la Nación.” Y agregó: “Lo mismo deseo para la amada Venezuela, que se encuentren las vías institucionales y pacíficas para solucionar la crisis política, social y económica, vías que permitan asistir sobre todo a los que son afectados por las tensiones de estos años y ofrecer a todo el pueblo venezolano un horizonte de esperanza y de paz.”
       Con lo que llevo expuesto está dicho –con toda claridad- que el Papa Francisco de ningún modo eludió la crisis que aflige a ambas Naciones. Y que tampoco pidió ocultarla. Más bien hizo todo lo contrario. No obstante, en ese mismo discurso y antes de aludir a la conflictiva situación de ambos países, y a otros conflictos que se perpetúan en el mundo, dejó claramente expresados los límites de su acción. Esto es, que tanto el Papa como la Santa Sede se preocupan por las necesidades de la humanidad desde su misión pastoral. Pero no buscan ni es su misión “interferir en la vida de los Estados.” Y es así porque su rol es el de “observadores atentos y sensibles de las problemáticas” mundiales. De donde se deriva el interés “por trabajar para favorecer la edificación de sociedades pacíficas y reconciliadas.”
       Lo que precede guarda estrecha vinculación con lo que el Pontífice había  afirmado días antes en una carta dirigida a los Obispos estadounidenses, en el sentido de que “como Iglesia –afirmaba- no podemos quedar presos de una u otra trinchera, sino velar y partir siempre desde el más desamparado.”
       Todos los mensajes del Papa no son pronunciamientos aislados. Sino que marcan una línea de continuidad. Son decenas de veces en las que el Papa Francisco manifestó su cercanía con las familias que perdieron a sus hijos en las manifestaciones públicas e hizo un llamado para “que se ponga fin a la violencia y se encuentre una solución pacífica y democrática a la crisis.”  Tiempo después, el 1 de julio de 2018, se unió a los esfuerzos de los Obispos de Nicaragua y de muchas personas de buena voluntad, “en su papel de mediación y testimonio en el proceso de diálogo nacional en curso hacia el camino de la democracia.”
      La carta de los veinte ex presidentes de países latinoamericanos revive un planteo añejo: el de la posible intervención - no intervención de la Santa Sede en los conflictos del mundo. Tantas veces los políticos han pretendido que un Papa se involucre en tal o cual conflicto. Por lo que quiero destacar que la autonomía y su propia misión marcan el rol del papado en las cuestiones internacionales. El que debe ser prudente y mesurado. Son las naciones y sus gobiernos los que deben solucionar sus propios problemas. No el Papa. Lo que corresponde es lo que el Papa hizo: convocar a la paz, la concordia y el entendimiento.
   . No debe extrañarnos que en su discurso a los embajadores alertara sobre la gran crisis del multilateralismo. Y que son los organismos internacionales los que deben resolver los problemas entre los países. El Papa San Juan XXIII en la encíclica “Ad Petri cathedram”, que invocan los veinte ex presidentes que firman la carta dirigida al Papa Francisco, afirmaba “que Dios ha creado a los hombres no como enemigos; sino como hermanos.” Por lo que los pronunciamientos del actual Pontífice se encuentran en sintonía con la enseñanza de su antecesor.
       Cristo no es el fundador de un partido. Cristo es la Palabra de Dios que por nosotros se hizo Hombre. No es uno que habla. Sino que es la Palabra. Si adherimos a Él, si por el bautismo nos incorporamos a su Cuerpo Místico que es la Iglesia, nosotros no andamos buscando ideas. Sino que ponemos la vida en sus manos.  Confiamos en el Amor que por Él se nos ha revelado. Por lo que no nos debe confundir todo lo que se dice. La fe no resta libertad. Pero la libertad es exigente. Se puede dañar cuando no sabemos comprender sus límites y puede también degenerar en confusión por el  palabrerío periodístico que busca dañar a la Iglesia y la persona del Sumo Pontífice.
       En lo político quiero recordar la figura usada por Jesús, según la cual en el lugar de un espíritu inmundo que ha sido echado, acuden otros siete mucho peores si encuentran la casa  ordenada (Cfr Mt 12, 43-45). Esto se cumple en la historia sin cesar. Quien renuncia al marxismo, o a otras posiciones políticas,  no significa por esto que ha encontrado nuevos fundamentos para pensar y vivir. Pensemos a la inversa en el caso cubano. ¿Cómo o con qué contenidos podemos colmar el vacío y la confusión que siguen a los fracasos ideológicos y políticos? Reflexionemos para comprender el por qué de la  mesura y prudencia del Papa y su específica misión pastoral.
      Con lo que digo no pretendo vender ninguna especie de sobrenaturalismo, porque es sabido que las cosas tienen que hacerlas los hombres. Pero sí quiero expresar que la fe se inserta profundamente en las complejas situaciones humanas.

      (*) Ex Profesora de Ética Filosófica, de Teología Moral y Ética Profesional y de Teología Dogmática en la UCSF. Y de Ética Filosófica en el Instituto Superior Particular San Juan de Ávila de Santa Fe. Escritora.