domingo, 23 de septiembre de 2018

Eutanasia y economía


por Fernando Pascual, L.C.
       Tensiones familiares, vicios esclavizadores, fracasos profesionales, ruinas económicas, enfermedades incurables,... Tantas y tantas situaciones del pasado y del presente llevan a algunas personas a desear una muerte precoz.

       Basta con leer el libro de Job para encontrar un reflejo concreto y angustiado de este tipo de sufrimientos: “¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma, a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro, a los que se alegran ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la tumba, a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene cercado?” (Job 3,20–23).

        Quienes se encuentran en situaciones dramáticas necesitan ayuda, paciencia, amor, alivio, esperanza. Muchas peticiones de muerte empiezan a apagarse cuando quien sufre encuentra a su alrededor manos amigas y corazones cercanos.

        Sin embargo, algunos grupos ideológicos promueven una extraña forma de “ayuda” ante estos tipos de casos: facilitar el acceso a la eutanasia o al suicidio asistido a quienes declaran no encontrar un sentido a sus penas, dolores y angustias.

        Si, además, otros grupos de poder ven la eutanasia como un camino para ahorrar gastos sanitarios y para vaciar hospitales que muchas veces están superpoblados, se comprenderá cómo usan y manipulan casos extremos para llevar adelante su agenda a favor de la mal llamada “muerte dulce”.

        Por eso causa pena ver que algunas situaciones desesperadas encuentran tanta publicidad y suscitan debates previamente manejados. Porque, hay que decirlo con franqueza, el Estado y otras instituciones ahorran mucho si quien podría pasar meses y meses en costosos tratamientos pide (y consigue rápidamente) la eutanasia.

        Hay que abrir los ojos a esta realidad: detrás de algunos de los grandes promotores de la eutanasia se esconde una visión de la economía en la que los enfermos terminales son un gasto enorme y un “despilfarro” de recursos.

        Esos promotores ocultarán, prudentemente, sus ideas. Incluso se presentarán como paladines del derecho a decidir y de la compasión que desea evitar sufrimientos inútiles. En realidad, tendrían que quitarse la careta y manifestar claramente que pretenden eliminar enfermos para ahorrar dinero.

        Frente a los grandes promotores de ideologías que desprecian a las personas improductivas y que han llevado a la muerte a miles de personas inocentes en el pasado, vale la pena defender la dignidad de cada ser humano, también de los enfermos, y de buscar maneras concretas para ayudar a quienes necesitan, en sus sufrimientos, más atenciones y, sobre todo, más cariño. 

AutoresCatolicos.org