martes, 3 de julio de 2018

Enseñanza de la bioética en la Universidad

 
por Fernando Pascual
    El hecho resulta fácil de constatar: somos seres vivos rodeados de otros muchos vivientes. Hombres y animales, plantas y microbios: la vida se presenta ante nosotros como un abanico de posibilidades sumamente variado y complejo.

Para ser más precisos, nosotros mismos somos vivientes que estamos en el mundo en relación con las diferentes formas de vida.

        Cada ser humano se coloca ante sí mismo y ante los otros seres vivos según perspectivas, valores, intereses y proyectos personales. Detrás de cada preferencia se esconde un modo de verse a sí mismo y de apreciar a los demás vivientes en cuanto interesantes o peligrosos, útiles o dañinos, valiosos o indiferentes.

        No resulta fácil encuadrar todas las posibles opciones (sumamente variadas y ricas) en un esquema claro y exhaustivo. En línea preliminar, notamos que las perspectivas adoptadas ante la vida surgen desde las respuestas que cada uno da a preguntas como las siguientes:

            -¿Qué valor tiene mi propia vida y la vida de los otros seres humanos?
            -¿Existe alguna diferencia entre hombres y animales?
            -¿Tiene el medio ambiente un valor superior al que tienen los seres humanos considerados en sí mismos?
            -¿Cuándo inicia y cuándo termina una existencia humana?
            -¿Es más valiosa una vida humana sana que una vida humana enferma?
            -¿Tienen algún fundamento los derechos humanos o dependen de las visiones culturales y de la historia?
            -¿Vale por igual cualquier comportamiento humano o se puede distinguir entre comportamientos buenos y comportamientos malos, y según qué criterios?
            -¿Existe un sentido correcto de la medicina o vale por igual cualquier opción técnicamente realizable?
            -¿Qué intervenciones médicas han de ser cubiertas con dinero público y cuáles deberían ser pagadas por quienes las soliciten?         -¿Podemos conocer normas y leyes éticas válidas para todos en lo que se refiere a la tutela de la salud y de la misma existencia de los seres humanos y de otras formas de vida?
            -¿Existe un Ser Superior, Dios, que fundamente y dé sentido a la existencia de los hombres y de los demás seres vivos?
            -¿Interviene de algún modo ese Ser Superior en los asuntos humanos?
            -¿El ser humano surge de un acto especial de Dios o simplemente se explica como una realidad producida por fuerzas ciegas según las leyes de la materia?
             -¿Hay un destino eterno del hombre o su existencia termina completamente con la muerte?

        No se trata de preguntas que permanecen en un ámbito abstracto y sin relación con la vida concreta de la gente. Según las respuestas dadas a las mismas podemos encontrar comportamientos individuales y sistemas sociales muy diferentes respecto de temas como el aborto, la eutanasia, la seguridad en el trabajo, la protección de parques naturales, etc.

        Por lo que se refiere a los comportamientos individuales, hay quien escoge fumar sin límites a pesar de reconocer los riesgos de su comportamiento. Otro decide trabajar como voluntario para salvar las focas de Alaska. Otro renuncia a formar una familia para atender a los enfermos de SIDA en Sudáfrica. Otro se asocia a un grupo ambientalista y busca boicotear las empresas que producen gases tóxicos. Otro opta por practicar abortos en una clínica pública. Otro se une a un grupo provida y dedica su tiempo para ayudar a las mujeres a llevar adelante el embarazo en condiciones favorables para ellas y para sus hijos.

        Por lo que se refiere a las organizaciones comunitarias y a los sistemas de gobierno, encontramos sociedades que han admitido (o siguen admitiendo) la esclavitud porque consideran que hay seres humanos “superiores” y otros “inferiores”. Otras sociedades legalizan el aborto porque suponen que los embriones no son todavía seres humanos, o que lo son de segunda clase (sometidos en todo a las decisiones que tomen sobre ellos su madre o quienes la presionan de algún modo). Otros aceptan la eutanasia como una opción válida y establecen protocolos más o menos precisos según los cuales se puede provocar la muerte de quienes lo soliciten.

        Si tenemos en cuenta lo anterior, somos capaces de reconocer que el estudio de la bioética se convierte en algo concreto y existencial. No se trata de hablar sobre temas que interesan a un grupo selecto de estudiosos, sino que tocan la historia concreta de todos los seres humanos y la misma marcha del planeta Tierra.

        En el ámbito universitario, profesores y alumnos de distintas carreras que también consiguen estudiar (de algún modo) bioética, lo hacen desde su propia experiencia personal, pues cada uno vive y actúa, escoge y orienta su conducta, influye en las vidas de otros seres humanos (familiares, amigos, conocidos, incluso sobre los lejanos en formas no siempre bien identificadas), desde los principios de fondo que le llevan a respetar la vida ajena o a someterla a sus propios intereses particulares.

        En otras palabras, cada opción particular y cada comportamiento, arrancan desde algunos principios más o menos explícitos, así como desde ese misterioso y variable mundo de los sentimientos y emociones que también ocupan un lugar importante en la vida ética de las personas.

        Desde luego, la bioética tiene una dimensión teórica que no puede dejarse de lado. Los desarrollos de la medicina y de la ciencia ponen ante nosotros un cúmulo de nuevas situaciones y exigen respuestas que ayudan a identificar los criterios según los cuales podemos aprobar o condenar (desde el punto de vista ético) cada nueva técnica. La aprobación o la condena exige una justificación teórica, que resulta difícil proponer de modo aceptable para muchos en un mundo pluralista y ante perspectivas e intereses no siempre bien identificados, pero que es posible elaborar gracias a la capacidad humana de analizar y de juzgar los argumentos aducidos a favor o en contra de cada punto de vista.

        Pero la teoría no es algo que queda en un nivel abstracto, formal, intranscendente. Como decía Kurt Lewin, “no hay nada más práctico que una buena teoría”. Desde un buen estudio de la ética, y desde una clara y bien elaborada bioética, es posible que tanto alumnos como profesores pongan en claro qué presupuestos dirigen sus respectivos actos, cuáles merecen ser denunciados como incorrectos (por faltar a la verdad, a la justicia, a valores básicos de una buena vida), cuáles son buenos pero necesitan una adecuada justificación ante quienes no los comprenden o se sienten incapaces de asumirlos en sus respectivas existencias.

        Estas reflexiones permiten encuadrar, al menos así lo esperamos, el sentido que puede tener la enseñanza de la bioética no sólo en ámbitos como la medicina o el derecho, sino en los currícula de otras carreras o estudios superiores. Ante la urgencia de ofrecer una formación completa, integral, que supere el riesgo de la especialización excesiva, la bioética en el mundo universitario ofrece una importante apertura a aquellos principios y valores que acompañan la existencia humana en todas las profesiones y estados de vida.
     
AutoresCatolicos.org