domingo, 25 de marzo de 2018

Domingo de Ramos.


por José M. Arancedo
    Comenzamos la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos.

Subir a Jerusalén es para Jesús llegar al lugar de su “Hora”, al día en el que va a cumplir su misión. 

Es un día de verdad y de amor, pero también de dolor. Son días en los que lo vamos a escuchar unirse en oración a su Padre: “Abba –Padre-, le dice, todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mc. 14, 36). Es por amor al Padre y a su misión que se hizo obediente, así nos lo dice san Pablo en la lectura del día: “se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Filp. 2, 8). Su acto de obediencia es un acto de amor. Este domingo iniciamos un camino hacia el triunfo de la Pascua. Somos destinatarios de lo que celebramos, Pascua nos pertenece.

Siempre he considerado al Domingo de Ramos como un día en el que debemos disponernos a acompañar al Señor en las diversas celebraciones de la Semana Santa, para participar con Él y la Iglesia de la alegría de la Pascua. Es un día que participa mucha gente y lo hace con sinceridad y sentido religioso, pero no siempre se los ve a lo largo de la Semana. Es una lástima, parecería que nos quedamos en la puerta de un camino en el que el Señor nos espera. La vida cristiana tiene, en la participación de la Semana Santa, un momento único de renovación. Por ello, los invito a conocer los horarios de sus comunidades parroquiales para encontrarse con el Señor y acompañarlo. Ha habido grandes conversiones en la historia que se dieron, precisamente, en estos días.

 “¡Hosanna! ¡Bendito es el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! (Mt. 11, 9-10). Esta alegría sincera y esperanzada del pueblo que lo recibe, adquiere un significado especial cuando lo vemos ingresar montado sobre un asno. Esta sencillez da sentido a su reinado, así lo vemos cuando le responde a Pilato: “Mi realeza no es de este mundo. ¿Entonces tú eres rey? Jesús respondió: Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn. 18, 37). La fuerza del Reino de Dios es el amor y la verdad, sus armas la fe y la humildad, la honestidad y el servicio. A esta fuente del Reino de Dios, que es Jesucristo, celebramos en Semana Santa.

 Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz