domingo, 24 de septiembre de 2017

El aborto, ¿una decisión de la mujer sobre su cuerpo?

por Fernando Pascual. 
El tema del aborto es abordado por algunos como si se tratase de una decisión de la mujer sobre su cuerpo. ¿Es correcto plantearlo así?
 
      Para responder, es necesario tener en claro lo que ocurre en cada nuevo embarazo: una vida ha iniciado en el seno de una mujer.

        Esa vida pertenece a un ser diferente de la madre. No hay que esperar al parto para constatarlo, pues ya antes, desde su misma concepción, el nuevo ser tiene una constitución biológica diferente, propia, con su específico ADN, con un metabolismo y desarrollo dirigido desde sí mismo.

        Se trata, ciertamente, de un ser alojado en el cuerpo de su madre. Un ser viviente pequeño, con una estructura biológica más o menos “simple” durante las primeras semanas, y poco a poco más compleja. Pero un ser viviente con unas características suyas, únicas, especiales.

        Por lo mismo, no podemos considerarlo como una parte del cuerpo materno, aunque se encuentre “encerrado” en diversos lugares de su madre: primero en las trompas de Falopio, donde normalmente se produce la concepción; y luego en el útero, tras la implantación.

        Sólo cuando constatamos la especificidad propia del nuevo ser, un hijo, podremos darnos cuenta de que cualquier decisión orientada a suprimir la vida de ese ser no es algo que afecta simplemente a la mujer y a su cuerpo, sino que afecta también al cuerpo de un pequeño ser humano que está en el seno de su madre.

        Por eso es falso repetir, una y otra vez, que el aborto sería simplemente una decisión de la mujer sobre su cuerpo. Es cierto que en el procedimiento del aborto el cuerpo de la madre está fuertemente implicado, hasta el punto de que hay mujeres que, tras abortar deliberadamente, pueden quedar dañadas o incluso pueden morir. Pero también es cierto que hay otro cuerpo implicado, el del hijo, al que se elimina, y en muchos casos se despedaza, con el aborto.

        Hablar sobre el aborto implica abrir los ojos a esta verdad: en cada aborto unos seres humanos, adultos, usan su inteligencia, su voluntad, sus manos y sus instrumentos, para acabar con la vida de otros seres humanos, hijos muy pequeños que empezaron la aventura de la existencia en el seno de sus madres.

        Sólo cuando reconozcamos esta verdad será posible afrontar el tema sin manipulaciones ni omisiones arbitrarias, al tener presentes a todos los seres implicados en cada aborto, a una madre y a su hijo.
     
AutoresCatolicos.org