lunes, 26 de junio de 2017

Los griegos no eran sodomitas. Apodos y el caso de Layo, patrono de los pedófilos (2-8)

por Javier Olivera Ravasi
2. Apodos homosexuales e importancia del pudor
La mayor parte de sociedades humanas han proscrito y estigmatizado las prácticas sexuales estériles o aquéllas que conllevasen riesgo de infecciones.
La homosexualidad en sí reúne ambas condiciones ya que, por un lado es incapaz de engendrar nueva vida y, por el otro, el lugar empleado para las relaciones carnales entre hombres (el ano) no es precisamente la parte más limpia, sana e higiénica del cuerpo humano. En la Grecia antigua –que no era una excepción a esta regla general– no existían eufemismos políticamente correctos como “homosexual”, “gay” o “heterosexual”. Los “heteros” eran sencillamente la gente normal que cumplía con la ley natural y basta; para los homosexuales se reservaban una serie de vocablos, generalmente de significado altamente infamante e indigno. Veámoslos:
– Euryproktos: ano abierto.
– Lakkoproktos: ano de pozo.
– Katapygon, kataproktos: homosexual pasivo.
– Arsenokoitai: homosexual activo.
– Marikas: el que salta arriba y abajo.
– Androgynus: hombre-mujer, afeminado, mariquita, ambiguo.
– Kinaidos (κιναίδος): Causador de vergüenza. Deriva de kineo (mover) y Aidós (vergüenza, diosa del pudor, el respeto, la modestia, la reverencia, diosa acompañante de Nemesis y castigadora de las transgresiones morales).
Detengámonos un poco en este último vocablo.
Aidós, según el mito, siempre iba acompañada de la cruel Némesis (Indignación –tiene otras acepciones: Justicia y Venganza son las más conocidas), una divinidad vengadora que encaja bien con la noción de “karma” o de castigo por los pecados; pues bien: los griegos pensaban que todo aquel que hubiese incurrido en sodomía, tenía una espada de Damocles pendiendo pacientemente sobre su cabeza. Pero el dato más revelador es que en el imaginario griego, Aidós iba asociada precisamente al ano.
– ¿Cómo?
Sí. Cuando Zeus creó al ser humano y las propiedades de su alma, dejó fuera a la Vergüenza (Aidós, reverencia, respeto, pudor, modestia) y, puesto que no sabía dónde insertarla, ordenó que fuese insertada en el ano. Aidós, sin embargo, se quejó contra Zeus diciéndole: “accederé a ser insertada de este modo, sólo a condición de que, cuando entre algo después de mí, yo saldré inmediatamente”[1]. De este mito se deduce que, según la mentalidad tradicional griega, el sexo anal implicaba, a la vez, desvergonzarse (el pudor era considerado virtud en Grecia) y esparcir la vergüenza alrededor de uno.
Otro asunto aparte es que, en una cultura europea pagana donde cada actividad, cada oficio, cada momento de la vida tenía su propio dios “patrón” o protector, uno esperaría encontrar una divinidad, un numen o un espíritu de algún tipo, que se ocupase de la homosexualidad; y no lo había… O mejor dicho, sí existían: se trataban de los sátiros, esos dáimones degenerados que llevaban a cabo todas las perversiones imaginables y que, en Grecia, no gozaban precisamente de buena fama –trataremos el tema más adelante. Por otro lado, en una civilización que concede estatus “regular” a la homosexualidad, y que la favorece por encima de la heterosexualidad, uno esperaría que el erotismo estuviese personificado en una divinidad representada por un muchacho joven, bello, fuerte…; pero la realidad, de nuevo, no es tal. La diosa del amor, la traedora de Eros y de todas aquellas cosas que hacen perder la cabeza a los hombres, era Afrodita, el arquetipo de la “hembra alfa” (lo lamentamos –de nuevo– por las feministas empedernidas…).
3. Layo, padre de Edipo y patrono de los sodomitas griegos

Cerámica griega (s. VI a. C.). Museo de Bellas Artes, Boston
El mito de Layo es un ejemplo perfecto de la concepción que se tenía en Grecia sobre la homosexualidad y la sodomía, mostrando lo que sucede si se descuida a Aidós, atrayendo la hybris[2] y provocando la venganza de Némesis. Del linaje real de la ciudad de Tebas, al momento de ocupar el trono, Layo sufrió una revuelta de parte de sus primos por lo que debió exiliarse en Pisa, donde el rey Pélope lo acogió como huésped y le pidió que instruyese a su hijo Crisipo en el arte de domar caballos.
Dejándose llevar por la pasión contraria a la naturaleza, Layo profanó la sacralidad y el carácter platónico de la relación maestro-discípulo, abusando sexualmente del joven quien, por vergüenza (recordemos a  Aidós) terminará suicidándose; la transgresión hará que Pélope invocase sobre Layo la maldición de Apolo, lo que hará que Némesis, compañera de Aidós, entre en escena para ocuparse del castigo, como señala  Platón en “Las Leyes”:
“La costumbre que estaba vigente antes de Layo dice que es correcto no mantener relaciones carnales con jóvenes varones como si fueran mujeres, apoyándose en el testimonio de la naturaleza de los animales y mostrando que el macho no toca al macho con este fin porque eso no se adecua a la Naturaleza”[3].
Pero la cosa no terminará en un mero suicidio; allí comenzará y por la maldición de Layo tendremos a un Edipo de Tebas. Fue este acto contrario a la naturaleza lo que hará que los dioses mandasen la famosa Esfinge a Tebas quien, con cuerpo de león, cabeza de mujer y alas de pájaro, se dedicaba a sembrar terror por los campos tebanos.
El infame Layo, desposado luego con Yocasta, recibirá del oráculo de Delfos la advertencia de su futuro: no debería tener familia pues, un varón de su progenie, mataría a su padre y se casaría con su madre. Se trataba de Moira (el destino) inevitable para los griegos. La historia es por todos conocida: con el tiempo, Edipo, hijo suyo, terminará cometiendo el parricidio y casándose con su propia madre; Yocasta se ahorcará; Edipo se arrancará los ojos, terminando su vida desterrado; Etéocles y Polinices, hijos del incesto, morirán en combate singular mientras que Antígona e Ismele, serán condenadas a muerte…
Y todo por la relación homosexual de Layo…
En lo que respecta al asunto de la homosexualidad en este mito, habría que preguntarles a varios promotores de la “homosexualidad griega”:
¿Por qué Crisipo se suicida si el sexo entre maestro y alumno era tan normal?
¿Por qué Zeus manda a la Esfinge a Tebas como castigo?
¿Por qué el linaje de Layo pasa a ser maldito?
Este mito, claramente ideado para prevenir la homosexualidad permitía que los griegos sacasen varias moralejas: por un lado, que la aberración siempre era castigada por los dioses, tarde o temprano, téngase conocimiento de ella o no. Por otro, que a Aidós siempre la secundaba Némesis, la diosa de la venganza “kármica”. Por último, que los pecados de los padres se pagaban, al menos, hasta la tercera generación.
Cuando pensamos que este mito era una tradición antiquísima, transmitida oralmente y representada año tras año en el teatro, resulta difícil pensar que los griegos tuviesen a la kinaidia (homosexualidad) como algo normal.



(continúa) 




[1] Esopo, Fábulas.

[2] Hubris  o Hybris  se consideraba un estado del alma en el que se precipitaba al hombre mortal hacia la soberbia, la prepotencia y la ignorancia para con los dioses y sus leyes, incitándole a cometer actos sacrílegos que atentaban contra el orden natural, las más de las veces.
[3] Platón, Las Leyes, 836c.



 Que no te la cuentes (26/6/17)