domingo, 21 de mayo de 2017

La promesa del Espíritu Santo.

Mons. José M. Arancedo.
  Acercándonos a celebrar la Fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio de este domingo nos habla de la promesa del envío del Espíritu Santo como plenitud de la obra de Jesucristo.
La fe cristiana no es creer en un ser superior sino en un Dios personal que se nos ha revelado en su Hijo, y que nos promete permanecer con nosotros a través del envío de su Espíritu. Este seguir actuando Jesucristo, este permanecer con nosotros es la obra del Espíritu Santo: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes” (Jn. 14, 18). Lo que Cristo ha realizado en su vida a través de su palabra y con sus obras, especialmente por el triunfo de la Pascua, nos lo comunica el Espíritu Santo como gracia que transforma nuestra vida. Es el mismo Dios el que actúa a través de cada una de sus Divinas Personas.

La primera obra del Espíritu Santo es orientar nuestra mirada a Jesucristo como fuente y camino de una vida nueva. Por ello, para constatar la presencia de su Espíritu el certificado que debemos mostrar es, si podemos hablar así, el testimonio de una vida según los valores y las exigencias del evangelio, principalmente en el testimonio de amor a Dios y a nuestros hermanos: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, nos dice Jesús, ese es el que me ama y el que me ama será amado por mi Padre” (Jn. 14, 21). Este camino iniciado por Jesucristo y animado por el Espíritu Santo que tiene un horizonte trascendente, es hoy la verdad que da sentido y compromete la vida del cristiano.

Esta es la base de una auténtica espiritualidad laical llamada a construir un mundo nuevo según el espíritu de Jesús, ello implica un serio compromiso con las realidades temporales. Así nos lo presenta el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuando afirma: “(esta espiritualidad los) hace capaces de mirar más allá de la historia, sin alejarse de ella; de cultivar un apasionado amor por Dios, sin apartar la mirada de los hermanos. Es una espiritualidad que rehúye tanto del espiritualismo intimista como el activismo social y sabe expresarse en una síntesis vital que confiere unidad, significado y esperanza a la existencia, por tantas y diversas razones contradictorias y fragmentada” (C.D.S.I.C. 545). No es posible una vida cristiana si no está orientada y animada por el Espíritu Santo.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz