lunes, 30 de enero de 2017

El mensaje de la Creación *

por María Teresa Rearte
   Hay un cuento que dice que los animales eligieron al grillo como portador de un mensaje de paz para los hombres.
Pero los hombres, que nada sabían de los “sentimientos” de los animales, no prestaron oídos al grillo, y éste se quedó cantando para siempre su inocente mensaje de amistad.


    Pienso que hace falta, no diré mucha, pero al menos alguna disposición interior, para descifrar el mensaje de la Creación que, de maneras diversas, se manifiesta en la naturaleza. Así, por ejemplo en el rastro sencillo de los moluscos  sobre la arena, o –por qué no-en el tierno arrullo de la paloma… En la silenciosa quietud de la noche como en el despertar radiante de cada primavera.



    Hace falta que el hombre se recupere de su extravío y vuelva a sentirse hospedado en la tierra. Que encuentre en ella su morada.



    ¿Pero, puede encontrar habitable un planeta permanentemente amenazado por la destrucción y el horror de la guerra? ¿O por la progresiva contaminación de su ambiente natural? ¿Puede encontrar su hogar en un mundo tiranizado por el egoísmo y el odio, que ha llegado a rehusar el derecho a la vida de los no nacidos…?



     Es paradójico, pero el mundo actual, cuyas conquistas científicas y técnicas nos asombran, es también un mundo doliente, que gime y se debate en una dramática antinomia entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte.



     Hay un mensaje sobre la tierra para todo aquél que lo quiera percibir e interpretar. De cada uno, pero también de todos, depende su fecundidad.



     Y hay una pregunta que resume los titulares de todos los diarios, de los noticieros radiales y televisivos, y que puede también sintetizar nuestra común expectativa: ¿qué será del hombre…? ¿Qué será de cada uno de nosotros, que preguntamos por el porvenir del hombre, y de todos aquéllos que nos sucedan?



     Vivimos el presente. Indagamos sobre el pasado. Pero, a ciencia cierta, no sabemos cuál será nuestro futuro.



(*) Del libro *Recogimiento y quietud”. Edic. de la autora. Santa Fe, septiembre de 2001.