lunes, 8 de agosto de 2016

Bioética y comportamientos peligrosos.


por Fernando Pascual.


        La bioética, en cuanto reflexión ética sobre la vida, tiene que hablar sobre aquellos comportamientos elegidos libremente que implican peligros para la salud o para la vida de las personas.


     En concreto, la bioética debe pronunciarse sobre la seguridad en el trabajo, sobre la sana alimentación, sobre cómo comportarse en las carreteras, sobre el abuso de sustancias como la droga y el alcohol, sobre los “deportes extremos”, y un largo etcétera.
     Numerosos comportamientos ponen en peligro no sólo la propia integridad física, sino también la de otras personas. Por eso hace falta promover una cultura de la prudencia, de la seguridad, del cuidado, que venza la inercia de sociedades en las que el riesgo llega a ser presentado incluso como un reto o como un camino para la autoafirmación.
     Al mismo tiempo, la bioética tiene que seguir con atención de qué manera el mundo del trabajo puede ganar en seguridad para evitar accidentes y situaciones de peligro que dejan miles y miles de heridos y de muertos cada año.
     Un capítulo importante se refiere al abuso de sustancias que provocan la pérdida de la propia conciencia y responsabilidad moral, además de producir enormes daños a nivel físico, psíquico y social. La droga y el alcohol necesitan una atención más incisiva y eficaz por parte de los estudiosos de bioética, para poder indicar a la sociedad pautas y estímulos que ayuden a erradicar los males del alcoholismo y de la drogadicción en millones de seres humanos.
     Estos temas tocan en lo profundo toda la vida social. No basta con avisar de los peligros y denunciar los actos que dañan a la gente. Hay que saber dialogar con las autoridades públicas, con los educadores, con las familias, para que se transmitan valores y virtudes que preparen a los niños y adolescentes a ser responsables y a evitar comportamientos que luego se pagan a un precio excesivamente alto.
     Al mismo tiempo, hay que ofrecer la asistencia necesaria a tantas personas que han sucumbido por causa de un accidente o por vicios arraigados, de forma que la sanidad pública y los grupos sociales puedan ayudarles y acompañarles a alcanzar la curación (donde sea posible) o a convivir con la enfermedad de modo digno y adecuado.
     La prevención ante los comportamientos peligrosos será mucho más eficaz si está acompañada de una buena enseñanza sobre la higiene, el deporte, las maneras correctas de comer, etc. Millones de personas en algunos países pobres sufren por enfermedades debidas a una nutrición poco balanceada o al consumo de agua en malas condiciones. Otros caen en el extremo opuesto, de forma que una alimentación excesiva y desordenada ha convertido a la obesidad en uno de los mayores problemas sanitarios en algunos países “desarrollados”.
     Tener presente esta dimensión de la bioética puede llevar a un cambio radical en los estilos de vida de las personas y de las sociedades. De este modo, será posible trabajar por mejoras profundas en pueblos y aldeas donde ahora se sobrevive de modo muy precario. Habrá menos accidentes de trabajo y de tráfico. Y los jóvenes y los adultos aprenderán a tomar las debidas distancias ante sustancias y comportamientos peligrosos que pueden destruirlos en su vida físíca y en su integridad moral.


AutoresCatolicos.org