domingo, 27 de diciembre de 2015

Fiesta de la Sagrada Familia.

Nuestra mirada este domingo se amplía para contemplar a la Sagrada Familia. Seguimos en el clima de Navidad, el pesebre es el centro que convoca, pero la Iglesia nos muestra el camino elegido por Dios para llegar a nosotros, para darnos su Hijo.
Hay una enseñanza que debemos saber leer. La realidad de la familia, fundada sobre el amor de los esposos, no es algo ajeno al proyecto de Dios. Es más, debemos decir que ella pertenece al designio creador de Dios. Si bien podríamos detenernos a considerar las figuras de san José, la Virgen María o el Niño, la Iglesia hoy nos invita a contemplar el conjunto. Presentar la verdad y la belleza de la familia no es solo una expresión de la fe cristiana que se apoya en Jesucristo sino, y por ello mismo, un servicio a la sociedad. Recuperar el valor de la familia es una urgencia social que reclama sabiduría y apoyo en toda la dirigencia. Cuando se debilita a la familia se empobrece al mismo hombre.
Creo oportuno, en este sentido, transcribir un texto del Catecismo de la Iglesia Católica que nos habla de su riqueza e importancia en la sociedad: “La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad” (C.I.C. 2207). La verdad y la vida de la familia, en cuanto pertenece a nuestra realidad de hombres y mujeres concretos, es algo que siempre necesita de nuestro compromiso. La familia no es algo mágico, requiere de nuestra responsabilidad.
En este sentido a la familia la prepara la misma familia. Ella es su primera escuela. Cuando los padres viven entre ellos y con sus hijos un clima de libertad y afecto, de presencia y respeto, de autoridad y servicio, la familia va enseñando un camino desde el testimonio y la ejemplaridad. A estas referencias y valores que sostienen la vida de una familia, la debilitan el individualismo, el egoísmo, el autoritarismo, desgraciadamente muchas veces presentes en la sociedad. La familia nos habla de una comunidad de personas que van creando lazos de pertenencia y de amor responsable. A los padres les cabe un lugar único e irremplazable en este camino que se alimenta de la ejemplaridad. ¡Qué triste, lo he dicho muchas veces, cuándo vemos hijos huérfanos de padres vivos! Que el contemplar la imagen de la Sagrada Familia, nos comprometa a recrear en nuestras familias ese clima de amor y de paz que ella nos trasmite.


Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz