martes, 17 de diciembre de 2013

Aborto con medicamentos: el peligro de querer "salvar vidas", poniéndolas en riesgo

Se populariza el uso de medicamentos para interrumpir los embarazos no deseados. Pero el costo es alto: se fomenta el uso irresponsable de fármacos destinados a tal fin. Una guía circula por el conurbano con instrucciones para conseguir los remedios y tomarlos por propia cuenta.

Desde hace tiempo, en los barrios más humildes del conurbano, un pequeño librito está circulando entre mujeres. Se trata de una especie de guía que fomenta el uso de medicamentos para generar abortos, una práctica que se populariza para interrumpir embarazos no deseados. Para esto, este material recomienda ingerir misoprostol, un fármaco que en dosis adecuadas genera, antes de las 11 semanas de gestación, la interrupción del embarazo. “Cómo hacer un aborto con pastilla” es editado por el colectivo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto (LFDA), e incluye cómo conseguir los medicamentos, sin receta, y cómo hacerlo la mujer en su propia casa. 
Más allá de la opinión que uno pueda tener de esta práctica, las condiciones que fomenta esta guía son cuanto menos cuestionables. Primero, porque alienta el uso de medicamentos sin supervisión de un profesional médico y con el agregado de inferir , dado el caso, a la adquisición fuera de farmacias, en la Internet; pura amenaza para la salud pública.
Para despejar algunas dudas, el medicamento en cuestión se utiliza para generar contracciones en el útero, y terminar el embarazo. Los especialistas advierten que en algunas ocasiones puede derivar en sangrado o hemorragias graves. Es un contrasentido que un libro asegure que este método es “fácil y seguro” y recomienda una práctica que no lo es. Si decimos que cualquier remedio, el más sencillo incluso, puede generar en algunas personas daños a la salud, mucha más debemos tenerlo en casos como este, donde se usa una droga que no está pensada para el tratamiento que se da. 
En los barrios más desprotegidos del conurbano, el misostropol puede ser una “solución momentánea” un pedazo de pan para un hambre de muchos meses. Una salida que no incluya la conocida tragedia de recurrir a una clínica ilegal sin condiciones mínimas de higiene. Pero no deja de ser un potencial peligro.
Más allá del bien y del mal que a cada uno nos puede parecer la temática del aborto: que se difunda sin mayores precauciones un material que fomente este tipo de actividad es una grave situación. La falta de educación sexual de métodos anticonceptivos, tiene al país en situación alarmante en cuanto a embarazo adolescente. Fomentar la automedicación irresponsable no es la solución, mucho menos institucionalizar una práctica: ni la LFDA (gays, lesbianas y trans) puede decir “seguro” cuando no tiene dimensión de dónde viene ese medicamento, cómo se guardó, en donde se compró. Sólo en la farmacia y prescripto y dispensado por profesionales se puede por lo menos dar fe que es un medicamentos seguro. Que no rompió la barrera de seguridad sanitaria.
Solo la lectura del prólogo del libro marca la cancha: “difundir información actualizada, de fuentes médicas, científicas, estatales y sociales para que las mujeres puedan tomar decisiones informadas y cuidar su salud”. Nada dice de las contraindicaciones, de lo peligros. Por ejemplo, las hemorragias (trabajos serios afirman que 3 de cada 100 personas que usan el fármaco las sufren, aunque a la entidad califique este riesgo de “poco comunes”) o las infecciones (1 de cada 1.000, según los mismos estudios). 
La polémica por esta actividad es larga, y estas líneas no buscan profundizar en ese aspecto. Nuestra pretensión no es ser eje de una discusión profunda sobre Educación y Salud. Sobre Información necesaria para prevenir problemas. El aborto es delicado y necesita una política estatal completa, que abarque todos los aspectos de esta situación. Aquí queremos llamar la atención, si se puede, sobre el fomento irresponsable del uso a lo “barrabrava” de los medicamentos. No queremos discutir –no ahora –sobre el aborto. Queremos hablar de los problemas que puede causar la difusión irresponsable de una práctica cuestionable cuando los medicamentos que se usan son en su mayoría comprados en forma clandestina o directamente por la vía más trucha: INTERNET. No es excusa la de suponer que se esta tratando un mal mayor (la mortalidad de los abortos en barrios humildes). No se pueden cuantificar los daños. Un o mil, las vidas en peligro valen igual. Y las farmacias, como centros de asistencia sanitaria, debemos alertarlo. 
“El uso del misoprostol se ha extendido, aunque aún no tengamos cifras nacionales. La impresión que tienen muchos médicos de hospitales públicos es que su uso disminuyó notablemente la incidencia del aborto infectado, pero también es probable que por la misma razón haya aumentado el número de las internaciones por aborto, que tradicionalmente era de 50 mil por año y hoy estamos en 78 mil, ya que las mujeres toman la pastilla y después concurren al hospital con un aborto incompleto para que allí se los terminen. Y un aspecto importante es que la morbilidad del misoprostol en el primer trimestre del embarazo es escasísima”. Las palabras pertenecen a Walter Barbato, especialista en ginecología y obstetricia, y profesor de la Facultad de Rosario.
En esa situación se resume una de las grandes y complejas situaciones de la salud hoy en día. De la salud y de las campañas de información a las personas. Ya no importa el barrio que se mire. Los peligros de masificar el uso de un medicamento conseguido por la vía más reprochable para luego poder terminar con la vida de una mujer por hemorragia cuando se lo usa de esta forma, es por lo menos escandalosa. 
La experiencia del aborto es traumática, peligrosa y necesita de un amplio compromiso de las autoridades para evitar que más muertes se multipliquen a su alrededor. No se puede avalar en nombre de la libertad una práctica como esta guía, que pone en riesgo la vida de miles de personas todos los días. Más cuando tenemos más de 21 mil muertes anuales por mal uso de los medicamentos. No se debe tratar de solucionar un problema incorporando otro. Incluso los promotores del uso del Misoprostol, admiten los problemas que puede traer su mal uso. El riesgo más grave, dicen, es que si el embarazo continúa, el embrión puede desarrollarse con malformaciones, la más grave de ellas el Síndrome de Moebius, que puede terminar en la muerte del recién nacido. En este sentido, en los últimos diez años se diagnosticaron 14 casos, once de los cuales estaban asociados al uso de misoprostol. Demasiadas cosas al aire para mirar para otro lado. Sin criminalizar, pero evitando que una mala solución desencadene un problema mayor al que vino a solucionar.