Se populariza el uso de medicamentos para interrumpir los
embarazos no deseados. Pero el costo es alto: se fomenta el uso irresponsable
de fármacos destinados a tal fin. Una guía circula por el conurbano con
instrucciones para conseguir los remedios
y tomarlos por propia cuenta.
Desde hace tiempo, en los barrios más humildes del conurbano, un
pequeño librito está circulando entre mujeres. Se trata de una especie de
guía que fomenta el uso de medicamentos para generar abortos, una práctica que
se populariza para interrumpir embarazos no deseados. Para esto, este material
recomienda ingerir misoprostol, un fármaco que en dosis adecuadas genera, antes
de las 11 semanas de gestación, la interrupción del embarazo. “Cómo hacer un
aborto con pastilla” es editado por el colectivo Lesbianas y Feministas por la
Descriminalización del Aborto (LFDA), e incluye cómo conseguir los
medicamentos, sin receta, y cómo hacerlo la mujer en su propia casa.
Más allá de la opinión que uno pueda tener de esta práctica, las condiciones
que fomenta esta guía son cuanto menos cuestionables. Primero, porque alienta
el uso de medicamentos sin supervisión de un profesional médico y con el
agregado de inferir , dado el caso, a la adquisición fuera de farmacias, en la
Internet; pura amenaza para la salud pública.
Para despejar algunas dudas, el medicamento en cuestión se
utiliza para generar contracciones en el útero, y terminar el embarazo. Los
especialistas advierten que en algunas ocasiones puede derivar en sangrado o
hemorragias graves. Es un contrasentido que un libro asegure que este método es
“fácil y seguro” y recomienda una práctica que no lo es. Si decimos que cualquier
remedio, el más sencillo incluso, puede generar en algunas personas daños a la
salud, mucha más debemos tenerlo en casos como este, donde se usa una droga que
no está pensada para el tratamiento que se da.
En los barrios más desprotegidos del conurbano, el
misostropol puede ser una “solución momentánea” un pedazo de pan para un hambre
de muchos meses. Una salida que no incluya la conocida tragedia de recurrir a
una clínica ilegal sin condiciones mínimas de higiene. Pero no deja de ser un
potencial peligro.
Más allá del bien y del mal que a cada uno nos puede parecer
la temática del aborto: que se difunda sin mayores precauciones un material que
fomente este tipo de actividad es una grave situación. La falta de educación
sexual de métodos anticonceptivos, tiene al país en situación alarmante en
cuanto a embarazo adolescente. Fomentar la automedicación irresponsable no es
la solución, mucho menos institucionalizar una práctica: ni la LFDA (gays,
lesbianas y trans) puede decir “seguro” cuando no tiene dimensión de dónde
viene ese medicamento, cómo se guardó, en donde se compró. Sólo en la farmacia
y prescripto y dispensado por profesionales se puede por lo menos dar fe que es
un medicamentos seguro. Que no rompió la barrera de seguridad sanitaria.
Solo la lectura del prólogo del libro marca la cancha:
“difundir información actualizada, de fuentes médicas, científicas, estatales y
sociales para que las mujeres puedan tomar decisiones informadas y cuidar su
salud”. Nada dice de las contraindicaciones, de lo peligros. Por ejemplo, las
hemorragias (trabajos serios afirman que 3 de cada 100 personas que usan el
fármaco las sufren, aunque a la entidad califique este riesgo de “poco
comunes”) o las infecciones (1 de cada 1.000, según los mismos estudios).
La polémica por esta actividad es larga, y estas líneas no buscan profundizar en ese aspecto. Nuestra pretensión no es
ser eje de una discusión profunda sobre Educación y Salud. Sobre Información
necesaria para prevenir problemas. El aborto es delicado y necesita una
política estatal completa, que abarque todos los aspectos de esta situación.
Aquí queremos llamar la atención, si se puede, sobre el fomento irresponsable
del uso a lo “barrabrava” de los medicamentos. No queremos discutir –no ahora
–sobre el aborto. Queremos hablar de los problemas que puede causar la difusión
irresponsable de una práctica cuestionable cuando los medicamentos que se usan
son en su mayoría comprados en forma clandestina o directamente por la vía más
trucha: INTERNET. No es excusa la de suponer que se esta tratando un mal mayor
(la mortalidad de los abortos en barrios humildes). No se pueden cuantificar
los daños. Un o mil, las vidas en peligro valen igual. Y las farmacias, como
centros de asistencia sanitaria, debemos alertarlo.
“El uso del misoprostol se ha extendido, aunque aún no tengamos cifras
nacionales. La impresión que tienen muchos médicos de hospitales públicos es
que su uso disminuyó notablemente la incidencia del aborto infectado, pero
también es probable que por la misma razón haya aumentado el número de las
internaciones por aborto, que tradicionalmente era de 50 mil por año y hoy
estamos en 78 mil, ya que las mujeres toman la pastilla y después concurren al
hospital con un aborto incompleto para que allí se los terminen. Y un aspecto
importante es que la morbilidad del misoprostol en el primer trimestre del
embarazo es escasísima”. Las palabras pertenecen a Walter Barbato, especialista
en ginecología y obstetricia, y profesor de la Facultad de Rosario.
En esa situación se resume una de las grandes y complejas
situaciones de la salud hoy en día. De la salud y de las campañas de
información a las personas. Ya no importa el barrio que se mire. Los peligros
de masificar el uso de un medicamento conseguido por la vía más reprochable
para luego poder terminar con la vida de una mujer por hemorragia cuando se lo
usa de esta forma, es por lo menos escandalosa.
La experiencia del aborto es traumática, peligrosa y necesita
de un amplio compromiso de las autoridades para evitar que más muertes se
multipliquen a su alrededor. No se puede avalar en nombre de la libertad una
práctica como esta guía, que pone en riesgo la vida de miles de personas todos
los días. Más cuando tenemos más de 21 mil muertes anuales por mal uso de los
medicamentos. No se debe tratar de solucionar un problema incorporando otro.
Incluso los promotores del uso del Misoprostol, admiten los problemas que puede
traer su mal uso. El riesgo más grave, dicen, es que si el embarazo continúa,
el embrión puede desarrollarse con malformaciones, la más grave de ellas el
Síndrome de Moebius, que puede terminar en la muerte del recién nacido. En este
sentido, en los últimos diez años se diagnosticaron 14 casos, once de los
cuales estaban asociados al uso de misoprostol. Demasiadas cosas al aire para
mirar para otro lado. Sin criminalizar, pero evitando que una mala solución
desencadene un problema mayor al que vino a solucionar.