martes, 8 de noviembre de 2011

Triunfo del Estado sobre la familia: el Congreso de Brasil refuerza la prohibición de la educación en el hogar

por Julio Severo
El pasado 19 de octubre, el Comité de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados de Brasil ha rechazado por unanimidad un proyecto de ley que habría autorizado, bajo la supervisión del Estado, que los padres educaran en casa a sus hijos.
El proyecto de ley de la escuela en el hogar había sido presentado en el 2008 por el diputado evangélico Henrique Afonso y por el diputado católico Miguel Martini.

En su rechazo, el comité expresó su opinión que la educación en el hogar “no respeta la Constitución, el Código Penal, las Directivas de Educación Nacional y la Ley Fundamental y el Estatuto del Niño y del Adolescente”.

Sin embargo, la educación en el hogar no era, en el pasado, una extraña experiencia en Brasil. Las constituciones de Brasil tenían protección y respeto por el rol primario de los padres en la educación de los hijos, sin retirarles su derecho a elegir dónde y cómo educarlos.

La Constitución brasileña de 1937 decía:

Artículo 125: La educación integral de los hijos es el deber más importante y el derecho natural de los padres. El Estado se involucrará en esa tarea, colaborando, en una forma principal o subsidiaria, para facilitar su implementación o para suplir las deficiencias y disparidades en la educación privada.

Esa Constitución reconocía la función del Estado como asistente de los padres en sus opciones educativas para sus hijos, en lugar de tratar de sustituirlos o usurpar su derecho a elegir.

La Constitución brasileña de 1946 decía:

Artículo 166: La educación es un derecho de todos y les será impartida en el hogar y en la escuela. Debe estar inspirada en los principios de libertad y en los ideales de solidaridad humana.

El doctor Rodrigo Pedroso, un jurista brasileño, comenta: “Esto confirma que se interpretó que el artículo 166 de la Constitución de ese momento permitía la educación en la escuela o exclusivamente en el hogar. Por lo tanto, la educación en el hogar es, estrictamente hablando, una tradición jurídica brasileña que, por alguna razón desconocida, fue abandonada sin que nadie expresara una protesta en la Asamblea Nacional que redactó la nueva Constitución en 1987”.

Las Directrices de Educación Nacional y la Ley Fundamental, en su artículo 30, del 20 de diciembre de 1961, decía:

“Un hombre casado y con hijos o un tutor no puede trabajar en un cargo público, ni ocupar empleo en una empresa de sociedad de economía mixta o en una empresa concesionaria de un servicio público si no ha presentado ninguna prueba que su hijo está matriculado en una escuela, o que se está proporcionando a su hijo educación en el hogar”.

Sin embargo, funcionarios del gobierno socialista brasileño fueron capaces de derogar este artículo en la década de 1990.

La Constitución brasileña de 1967 decía:

Artículo 168: La educación es un derecho de todos y le será dada en el hogar y en la escuela; estando garantizada la igualdad de oportunidades, la educación debe estar inspirada en el principio de la unidad nacional y en los ideales de la libertad y de la solidaridad humana.

Así que es muy claro que las Constituciones de Brasil, antes de la Constitución de 1988, garantizaban la libertad para los padres de elegir la educación en casa o en la escuela institucional. La Constitución de 1988 fue, al parecer, un documento mejor y más democrático, pero sólo más tarde los brasileños se dieron cuenta por el hecho que su Constitución moderna, elaborada con la ayuda de muchos parlamentarios de izquierda, en lugar de ampliar los derechos de los padres desactivaron en silencio la opción de educación en el hogar. El derecho de los padres y la libertad fueron usurpadas por un supuesto “derecho” y “obligación” del Estado. Literalmente hablando, el Estado se tragó los derechos de las familias.

Otra amenaza grave a los derechos de las familias en la educación de sus hijos ha sido el Estatuto del Niño y del Adolescente, que es un producto directo de la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Este Estatuto impone muchas interferencias del Estado en las familias brasileñas y en sus hijos, especialmente en los temas educativos y de salud. El Estatuto ha sido utilizado por los Servicios de Protección Infantil de Brasil para hacer cumplir la prohibición estatal sobre la educación en el hogar, hostigar a las familias y a sus hijos y ponerlos bajo penalidades legales.

Aunque la educación en el hogar es común en muchos países desarrollados y está asociada con mayores niveles de logros académicos, el gobierno cada vez más invasivo y socialista en Brasil no sólo ha abolido su tradición constitucional de educación en el hogar, sino que también ha anulado en el Congreso de Brasil, desde la década de 1990, varios proyectos de ley de educación en el hogar.

El control sobre las personas requiere que la calidad y la libertad sean desechadas y sacrificadas en nombre del adoctrinamiento compulsivo. Para un Estado dominado por el socialismo, no importa si en la escuela los alumnos no están aprendiendo a leer y escribir de manera satisfactoria. Lo que importa es que los niños den la espalda a la esfera de los padres, la autoridad y los valores, con el fin de adoctrinarlos directamente en los intereses del Estado.

Este adoctrinamiento es una realidad comprobada en todo Brasil. En una larga historia sobre las escuelas de Brasil, la revista Veja (la contraparte brasileña de la revista Time) hizo las siguientes revelaciones:

* Una tendencia común entre los profesores brasileños de imponer el izquierdismo en la mente de los niños.

* El adoctrinamiento izquierdista es predominante en las escuelas privadas. Es algo que los profesores toman más en serio que los temas del aula, como encontró una encuesta de CNT/Sensus, ordenada por la revista Veja.

* Es vergonzoso que el marxismo se haya mantenido vivo sólo en Cuba, Corea del Norte y en las aulas brasileñas.

* La encuesta CNT/Sensus entrevistó a 3.000 personas de 24 Estados brasileños, entre estudiantes y profesores de escuelas públicas y privadas. Su conclusión en este asunto fue sorprendente. Los padres (61%) son conscientes que los maestros hacen discursos políticos en el aula y les resulta normal. La mayoría de los maestros reconocen que ellos realmente adoctrinan a los niños y piensan que ésta es su misión principal – algo más importante que enseñar cómo interpretar un texto o sobresalir en matemáticas. Para el 78% de los maestros, el discurso político tiene sentido, teniendo en cuenta que ellos atribuyen a la escuela, sobre todo, la función de “formar ciudadanos” – por encima de la “enseñanza de asignaturas”.

* Muchos maestros brasileños se sienten fascinados por los personajes que en el aula merecen un enfoque más crítico, como el guerrillero argentino Che Guevara, que en la encuesta aparece con un 86% de menciones positivas, 14% neutral y ningún comentario negativo.

Esta realidad de las escuelas brasileñas está en perfecta armonía con las políticas del gobierno, cuyo interés no es la calidad y la libertad, sino el control exclusivo del Estado sobre los niños. Esta realidad hace que Brasil se parezca más a la China comunista, donde los niños de cuatro años de edad están obligados a asistir a la escuela sólo para recibir adoctrinamiento estatal. De hecho, según el diario brasileño Folha de S. Paulo, Brasil y China anunciaron “la creación de un plan quinquenal de objetivos, como los planes adoptados por el gobierno comunista chino para crear un modelo educativo común”.

La educación en el hogar es ilegal, según la última Constitución del Brasil y la versión brasileña legal de la Convención de los Derechos del Niño, de Naciones Unidas, pero no es ilegal reformar la Constitución por propósitos estatales menos honorables. En sus últimos días, la administración socialista de Lula fue capaz de cambiar la Constitución para dar a los niños de 4 años de edad el “derecho a asistir a la escuela”, que en China y Brasil significa obligar a los padres a entregar sus cuatro años de edad al Estado para que los “eduque”.

Las pocas familias en Brasil con educación en el hogar, en batallas legales públicas, han sido puestas bajo supervisión educativa y pruebas estrictas para hacer que sus hijos fracasen. A pesar de ello, esas familias han alcanzado increíblemente muy altas puntuaciones. Uno se pregunta qué harían los niños escolares institucionalizados si fuesen sometidos a un rigor de esa clase. Pero ellos han evitado esta vergüenza, al recibir generosamente pruebas diseñadas para hacer que cualquier alumno las aprueba fácilmente. Pero incluso con esa condescendencia del Estado, es difícil para ellos lograr el éxito.

En las pruebas internacionales, se ha encontrado que los estudiantes brasileños alcanzan puntuaciones extremadamente bajas.

El Programa 2007 de Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), que compara el rendimiento de los estudiantes en 57 países, le dio a Brasil y las puntuaciones muy por debajo del promedio en matemáticas, lectura y ciencias.

A nivel nacional, más del 50% de los alumnos brasileños en el tercer año de la escuela primaria son incapaces de leer el mínimo requerido para matemáticas.

El rechazado proyecto de ley de escuela en el hogar podría haber sido una alternativa al caos educativo en Brasil. En el 2005 ayudé al doctor Paulo Fernando de Mello, un consultor legislativo, para elaborar este proyecto de ley federal de educación el hogar. En ese momento, tuve la oportunidad de introducir en el proyecto de ley las recomendaciones fundamentales que me había enviado el doctor Brian Ray, director de NHERI. Pero yo siempre había temido que si se aprobaba, el gobierno socialista en Brasil impondría tanta austeridad, vigilancia e intrusión, ¡que la brasileña ley de educación en el hogar convertiría finalmente la educación en el hogar en una enseñanza estatal en el hogar!

Si se aprobaba así, nosotros los padres tendríamos muy poco para celebrar. Si era rechazado, ¡seríamos “libres” para permanecer como educadores en el hogar ilegales, en el ostracismo y en las catacumbas!

Ahora, sólo tenemos dos opciones: educación en casa en forma ilegal y sufrir la intervención estatal masiva y violenta en nuestra elección natural como padres, o dejar que nuestros hijos sufran violencia social, moral, psicológica y espiritual en las “cárceles” de la educación pública.

La violencia física y moral y el analfabetismo funcional están muy extendidos en la educación pública brasileña. Si la educación en el hogar era un lugar común en Brasil y produjo los mismos resultados que la educación controlada por el Estado produjo durante años, esto merecería una prohibición total y el enjuiciamiento y castigo de los culpables.

Las escuelas públicas hacen que los niños abandonen su potencial intelectual. Aún así, si una familia educa a sus hijos en el hogar, los funcionarios del gobierno de Brasil tienen preparada una acusación legal: el abandono intelectual. En Brasil, legalmente hablando, el abandono intelectual no es evitar que los niños se eduquen, sino evitar que asistan a las instituciones escolares.

Las pruebas internacionales han demostrado en repetidas ocasiones el fracaso de las escuelas públicas de Brasil, pero el gobierno no tiene las agallas para acusarlas de “abandono intelectual”, porque corre el riesgo de condenarse a sí mismo.

¡Si obligar a un niño a estar presente en una escuela pública puede hacer que ella lo eduque, obligarlo a permanecer en un garaje lo convertiría en un auto!

En las escuelas públicas de Brasil, los niños pueden ser lo que el Estado decida, no lo que sus padres quieren. Por lo tanto, para el beneficio exclusivo de los intereses del Estado, la prohibición de la educación en el hogar en Brasil ha sido reforzada por unanimidad por el Congreso brasileño.
7 de noviembre 2011 (Notifam) – 

Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/blog/triumph-of-the-state-over-the-family-brazilian-congress-reinforces-ban-on-h

Traducción por José Arturo Quarracino