martes, 27 de septiembre de 2011

Si toda vida merece ser salvada, el movimiento pro-vida debe oponerse ahora al control de la natalidad hormonal


por Jenn Giroux

El 1 de agosto de 2012 se impondrá sobre nuestra nación los lineamientos trazados por el gobierno para el “control gratuito de la natalidad”. Parece que se ha asumido la agresiva agenda de la izquierda para obligarnos a reconocer que es tiempo de un cambio drástico de estrategia dentro del movimiento pro-vida.

¿Cómo reaccionarán los activistas y las organizaciones pro-vida a un nuevo y necesario desafío para superar sus temores de oponerse al abortista control de la natalidad, en orden a proteger y preservar toda vida individual de los no-nacidos?

Primero, es vital que despejemos los mitos que estamos oyendo ad nauseum:

“Mayor acceso al control de la natalidad disminuye el número de abortos”. Inclusive Planned Parenthood admite, a través de la investigación de su propio Guttmacher Institute que aproximadamente el 50% de las mujeres que salen a la luz por abortar actúan así porque les ha fracasado la anticoncepción. Para ser claros, no hay duda que el mayor acceso al control de la natalidad sólo incrementa el número de abortos.
“Las mujeres son más saludables con el control de la natalidad”. Si bien es verdad que el control de la natalidad vía hormonal puede disminuir el riesgo de cáncer de útero y de ovario, aumenta significativamente el riesgo para la mujer de contraer cáncer de pecho, cervical y de hígado. Según la American Cancer Society, de cada 100 mujeres con cáncer, 31 tienen cáncer de pecho, 6 tienen cáncer de endometrio (uterino) y solamente 3 tienen cáncer de ovario. Como se puede ver, esto es razonamiento defectuoso y no es una buena “compensación” en el beneficio para la salud versus riesgo.
Desgraciadamente, la mayoría de las organizaciones pro-vida han ignorado las pérdidas de bebés a través de los abortos químicos. Para comprender cómo el control de la natalidad vía hormonal puede realmente tomar una vida humana es necesario comprender el mecanismo físico de lo que un aborto químico causa en el cuerpo.

¿Qué es un aborto químico? ¿Realmente toma una vida humana? Si lo hace, ¿no es momento para que todos paren de desentenderse de la cuestión del control de la natalidad vía hormonal y abracen realmente una posición pro-vida consistente, “sin excepciones”?

Hay muchas formas diferentes de métodos hormonales de control de la natalidad, ahora disponibles en el mercado. Las diferencias dependen de la cantidad de hormonas, el tipo de hormonas y la forma en que una hormona ingresa en el cuerpo de una mujer. La anticoncepción hormonal puede ser suministrada por vía bucal (“La Píldora”), implantada en tejido corporal (“La Cápsula”), absorbida a través de la piel (“El Parche”), inyectada bajo la piel (Depo-Provera), dispensada desde un dispositivo intra-uterino (Miranda) o colocada dentro de la vagina (Nuvaring). Hay acciones específicas e intentadas que esos químicos farmacológicos tienen sobre el cuerpo de una mujer para alcanzar su acción destinada al “control de la natalidad”.

Éstas pueden incluir:

Un cambio en la mucosa cervical (que disminuye la probabilidad que el espermatozoide alcance al óvulo)
Supresión de la ovulación, o
Prevención de la implantación del óvulo fertilizado en el útero, donde está destinado a crecer durante nueve meses, hasta el nacimiento.
A causa de los efectos negativos e indeseables sobre el cuerpo de la mujer, la combinación química de esos anticonceptivos hormonales ha sido alterada durante años. Si bien ellos alcanzaron su meta de reducir los síntomas desagradables que resultan de las cantidades masivas de hormonas antinaturales que ingresan al cuerpo de una mujer, desafortunadamente aumentaron la probabilidad que ocurra la ovulación mientras una mujer está en proceso de controlar la natalidad.

Como si esto no fuese suficiente, la probabilidad en aumento de ovulación fue acompañada por una guerra literal contra el útero. Los científicos y los médicos nos han proporcionado la explicación más sencilla de cómo sabemos que las mujeres están abortando sin saberlo sus propios bebés, utilizando control de la natalidad vía hormonal.

En un esfuerzo para determinar por qué las mujeres que están tratando de quedar embarazadas por inseminación artificial no lo lograron, se descubrió que el revestimiento del útero de una mujer (llamado el endometrio) debe ser al menos de 8 milímetros de espesor, para que un bebé, en su forma más diminuta, se implante y crezca. Lo que ellos encontraron fue que el uso de la anticoncepción hormonal (en cualquiera de las formas antes mencionadas) generalmente mantiene el revestimiento del útero por debajo de los 6 milímetros.

En consecuencia, si las mujeres mantienen relaciones sexuales durante el tiempo de ovulación, tienen la posibilidad de concebir un niño, pero en vez de ser capaces de implantarlo y que el embrión recién concebido crezca se desplaza directamente fuera del útero. La pared uterina es demasiado fina para permitirle implantar al bebé. La mujer piensa que está experimentado un período menstrual inusualmente intenso, cuando de hecho ella está abortando a su hijo.

No hay diferencia en el resultado de lo que ocurre una vez que una mujer concibe después de efectuar el control de la natalidad vía hormonal y de lo que ocurre después que ella ingiere la llamada “píldora del día después”, excepto que ésta última es más maléfica e intencional. Igualmente, la única diferencia esencial en un aborto químico y en un aborto quirúrgico es el tamaño del bebé. Tanto el aborto quirúrgico como el aborto químico (inducido por la administración del control de la natalidad vía hormonal) toman la vida de un bebé.

¿Esta información no debería cambiar todo para el movimiento pro-vida y su resistencia a pararse y mostrar la conexión entre el control de la natalidad y el aborto? Desde el caso Roe vs. Wade en 1973, un sinnúmero de hombres, mujeres y niños han marchado en Washington para protestar y lamentar los más de 55 millones de abortos quirúrgicos en Estados Unidos. Ahora se estima que se puede agregar un adicional de 250 millones de abortos químicos a este holocausto del aborto como resultado de la ingesta, por parte de las mujeres, de la “píldora” y de otros anticonceptivos hormonales.

En la mente de muchos, un aborto químico no tiene el mismo nivel de violencia que un aborto quirúrgico, pero un aborto químico causa deliberadamente la muerte de seres humanos inocentes, a escala masiva. ¿El movimiento pro-vida marchará alguna vez por estas víctimas de la injusticia?

¿Los individuos y las organizaciones pro-vida creen que toda vida merece ser salvada? Si la respuesta es sí, ¿no es necesario oponerse a todas las formas de anticoncepción hormonal? Y si la respuesta es no, ¿no nos exponemos nosotros mismos a la acusación de la peor clase de hipocresía?

El Control de la Natalidad ha sido siempre un tema “tabú” de discusión entre la mayoría de las organizaciones pro-vida. Las razones van desde “es demasiado difícil de explicar”, “es un tema que no gana” y “es cosa de los católicos”. Entiendo que es un tema sensible y desafiante para los que utilizan el control de la natalidad, pero eso no significa que no debamos tener la discusión desde un punto de vista teórico y pragmático. Si bien es verdad que la Iglesia Católica ha sido la voz más consistente durante siglos en su oposición al control de la natalidad, no podemos darnos el lujo de etiquetar mal un fenómeno médico perjudicial con polémicas religiosas del pasado.

En toda su realidad, el paso del tiempo ha ofrecido hechos científicos innegables que revelan que los bebés concebidos por las mujeres de todas las creencias religiosas están siendo abortados mediante el uso de anticonceptivos hormonales. Si peleamos solamente contra un único tipo de aborto injusto mientras ignoramos la influencia asesina más extendida, achicamos tanto nuestra causa justa como nuestro efecto sobre los miembros más inocentes de nuestra sociedad.

El Dios que dijo “antes que yo te formara en el vientre materno yo te conocía” (Jer 1, 5) y que proclamó que cada uno y todos los seres humanos son “creados de manera admirable” desde el vientre (Sal 139, 14) es el mismo Dios que inflama los corazones de los miembros heroicos de la más grande y básica movilización de conciencia en su historia: el movimiento pro-vida. Nosotros, como movimiento, nos enfrentamos ahora al desafío de profundizar nuestros principios y abrir nuestros ojos para ver la injusticia en la raíz de toda acción anticonceptiva.

¿Cómo podemos continuar en el camino pretendiendo que esas almas olvidadas no existen?

Ignorar la verdad que está frente a nosotros no hace que desaparezca la pérdida insensata de vidas humanas a través de la anticoncepción hormonal. Así como el acto atroz del aborto por nacimiento parcial tuvo su momento “de claridad” que llevó a un apoyo a escala completa para aprobar un proyecto de ley que lo declarara ilegal, ha pasado mucho tiempo desde que repitió agresiva y efectivamente un nuevo mensaje desde todos los rincones del movimiento pro-vida, para todas las futuras generaciones por venir: “cuando escuches control de la natalidad, piensa en el aborto”.

Jenn Giroux es una enfermera matriculada, esposa y madre de 9 hijos. Ha estado activa en el en el movimiento pro-vida por más de 30 años.

14 de setiembre de 2011 (Notifam) –

Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/if-every-life-is-worth-saving-the-pro-life-movement-must-now-oppose-hormona/

Traducción por José Arturo Quarracino