
REDACCIÓN HAZTE OÍR .- La denuncia la ha formulado Theresa Deisher, fisióloga molecular y celular norteamericana, especializada en medicina regenerativa, que ha estado investigando el uso que la biotecnología hace de los niños no nacidos.
En una conferencia organizada por Vida Humana Internacional y recogida por la Agencia Notifam, Deisher expuso los resultados de sus investigaciones, denunciando el alto valor económico que están adquiriendo los cuerpos de los niños abortados y los innumerables compradores que proliferan en un mercado destinado supuestamente a investigación farmacéutica y cosmética.
Solo en la Universidad de Washington se solicitaron en 2009 casi 4.500 peticiones de restos fetales para investigaciones supuestamente biomédicas.
Según recoge la agencia Notifam, la doctora Deisher considera que solo en Estados Unidos “podría haber hasta un millón ochocientos setenta mil de esas transacciones, en las que se piden partes individuales del cuerpo, como ojos e hígado”.
En su exposición, esta científica resaltó la abundante literatura científica, localizable en internet, referida a “la edad óptima para la muerte de un niño, con el fin de obtener partes corporales útiles”:
“Un profesional observó que el mejor tejido de corazón se obtiene de un niño de 22 semanas de gestación. Los cuerpos de los niños no nacidos están siendo utilizados no sólo como herramientas de investigación biomédica, sino como terapias médicas reales. Los fetos de 12, 14, 16 y 18 semanas de gestación son triturados y sus células se implantan en personas que han sufrido accidentes cerebrovasculares o la enfermedad de Parkinson”.
Para esta investigadora, todo este proceso requiere un cambio previo de mentalidad, dejando de considerar al niño no nacido como un ser humano:
“Lo que primero tenemos que hacer es cambiar nuestra forma de pensar sobre ellos, y por supuesto luego en realidad tenemos que deshumanizarlos, y por lo general hacemos eso negándoles el alma. En consecuencia, en realidad ellos no son humanos como el resto de nosotros.”
La doctora Deisher denunció asimismo el uso de células madre de niños abortados y la fabricación de vacunas con células fetales (sarampión-parotiditis-rubéola, varicela, hepatitis), entre cuyas efectos secundarios cabe destacar el aumento del autismo.